DISCLAIMERS: Los personajes de la serie Xena: Warrior Princess, no me pertenecen, son de propiedad de Renaissance Pictures y de MCA/Universal, no he querido infringir ningún derecho de autor, solo tomo prestado los personajes de esta exitosa serie, para recrear una historia de mi propia inspiración.

La historia es de categoría general, para toda la familia, espero les guste. Recree esta historia de aventuras donde nuestras heroínas como siempre son las protagonistas.

DEDICATORIA: Para todos mis amigos sudakis, especialmente a Persefone y Laura, por ser responsables de que escriba mi primer fansficcion, también para mí muy querida amiga Rogue, por ser mi mentora en estas artes bardísticas. Y muy especialmente a mi amor, por acompañarme y apoyarme en la creación de esta aventura.

Si quieres hacerme llegar algún comentario sobre como te ha parecido mi historia en mi primer intento de bardo, puedes escribirme a gleccyl@yahoo.com

 

EL VERDADERO TESORO

Autora: Gleccy

 

Después de la tormenta:

Hacia un hermoso día asoleado en la villa Makin, luego de haber sido azotada por intensos días de tormenta que los habitantes de la aldea no esperaban, y menos aún las guerreras Xena y Gabrielle, quiénes solo iban de paso, pero la copiosa lluvia, las obligó a prolongar su estancia en la taberna del lugar, mas tiempo del que habían planeado.

En esos largos días de lluvia, se ocuparon en ayudar a los aldeanos para impedir que se desbordara el gran río Lenis, que bordeaba al pueblo, era un arduo trabajo, y los pobladores agradecían la ayuda recibida de las guerreras, en su colaboración y fuerza para también colocar sacos de arena, así como las habilidades de la alta guerrera para dirigirlos y coordinarlos, en una estrategia mas acertada para impedir el desborde del río.

Luego de pasar varios días agotadores, la lluvia fue menguando y así el embravecido río Lenis también bajaría sus aguas a un nivel más normal. Mientras, todos descansaban y se reunían en el salón de la taberna, ya mas sosegados y calmados ante el inminente cese de la lluvia y la salida del sol, presagiando futuros días mas asoleados, como el que despuntaba esa mañana.

Es así como en ese merecido descanso, uno de los aldeanos mas ancianos, Jesu, en medio de la sala, repleta de agotados aldeanos y de las guerreras, rememoraba lo que sus abuelos le habían contado, acerca del tesoro perdido en las minas ocultas del Rey Vitor, era una leyenda antiquísima, de un antiguo reinado que imperaba en toda la mítica región de Ankor, que dominaba el territorio mas allá de lo que la vista podía ver en el horizonte. El anciano, ante toda la atención despertada en el salón, incluyendo a Gabrielle, a quien aún le encantaban las historias, su vena de bardo estaba solo apagada, ahora era guerrera igual que Xena, pero aún guardaba la fascinación por las historias, mitos y leyendas, también escuchaba con atención lo que el viejo Jesu, decía:

Nunca encontraron a Jen, y el Rey perdió su cordura y benevolencia, se volvió tirano y malo, a mi abuelo le prohibió revelar su secreto, ordenando el cierre de las minas con los esclavos que allí mismo perderían su vida.

Mi abuelo pudo escaparse, aunque no por mucho tiempo de su fatal destino, al ser descubierto por Vitor, pero antes, le contó la historia a mi padre, a quien todos tildaban de loco, al igual que a mi, al contar sobre las minas de diamante del rey, en la antigua región de Ankor.

Todos escuchaban con atención el relato del viejo, especialmente Xena, porque había oído de la leyenda del villano Rey Vitor, y nunca pudo suponer que hubiese sido bueno alguna vez, eso le trajo a ella misma, remembranza de su propio pasado y su conversión; por su parte, Gabrielle estaba fascinada y conmovida por la historia de cómo un rey cambio su vida y la de otros por la pérdida de su hijo; a los aldeanos en la sala solo les fascinaba la parte del tesoro de las minas de diamantes pérdida, siempre buscada y jamás encontrada, por eso formó parte de los mitos de la aldea, y ya no le daban crédito a que realmente existieran.

Cuando el anciano relataba como había hecho Vitor para ocultar para siempre el secreto, en ese momento entró todavía empapada por la lluvia, abriendo la puerta muy fuertemente, una aldeana, alarmada y gritando:

Todos se levantaron al mismo tiempo, Xena abordó a la mujer de inmediato, y le preguntó:

En ese momento la mujer se desmayó, Gabrielle, alcanzó a retenerla en los brazos, y con alarma todos los aldeanos comentaban que hacer, mientras la colocaban en un sillón y la asistían a la pobre mujer.

La guerrera de ojos azules, tomó la iniciativa, ordenó que se organizaran en grupos de búsqueda, y que otros atendieran a Nigle, y le dijo a Gabrielle:

Respondió la guerrera bardo, sabiendo que su insistencia podría mas que la orden de Xena.

Ante estos argumentos, Xena, sabía que no iba a poder convencerla, pero también sabía de los peligros que iba a involucrar esta búsqueda, porque la ladera del río estaba muy inestable y con fuertes corrientes, finalmente asintió aún mirándola fijamente:

La Búsqueda:

Así, las guerreras organizaron a los aldeanos, unos se quedarían atendiendo los problemas que había ocasionado la lluvia en la aldea y los alrededores, los otros, organizados en dos grupos, partían en la búsqueda de estos dos niños, mientras su madre se recuperaba en la taberna y yacía allí, esperanzada de poder abrazar de nuevo a sus hijos muy pronto.

El viejo Jesu, en su decrepitud, gritó "Tal vez, encuentren las minas, en una lluvia así, se ocultó antes, a lo mejor aparecen de nuevo. Me guardan un par de diamantes azules. Jajajaajaja"

Todos le dijeron, "Viejo loco" pero se quedaron pensando en esa posibilidad, pero la prioridad era encontrar a estos niños.

Salieron inmediatamente, se prepararon todos, y ya estaban listos a la orilla del crecido río, el grupo de Xena y Gabrielle, mas otros cuatro hombres irían por el lado derecho, para ello tenían que atravesar con la canoa el caudaloso Lenis, ya que la aldea estaba en la orilla izquierda, el resto iría por ese lado, pero ya cuando estaban prestos a partir, vieron una figura que corría hacía ellos, gritando…

Cuando ya salían de la orilla, el chico pegó un brincó, y entró en la canoa donde iban Xena y Gabrielle, junto con los cuatro hombres, ya alejada algunos metros de la orilla.

También asintió Manwi, uno de los cuatro hombres que los acompañaban:

El Río Lenis:

Ambos grupos iban a los dos márgenes del gran río, el grupo de la izquierda estaba aún a la vista, mientras iban en la búsqueda, y el grupo de las guerreras, seguían alejándose, ya que el río era inmenso, y con la crecida, mas aún.

Para estar en contacto, Gabrielle sugirió utilizar la comunicación vía espejos, hacía un sol muy fuerte esa mañana, y podrían estar en contacto con el código de los reflejos de los espejos, así lo hacían frecuentemente.

Desde el momento que Nigle entró alarmada en la taberna, con el anuncio desesperado y grito de auxilio por la pérdida sus hijos, hasta ahora en el caudal del río, apenas habrían transcurrido un par de marcas de vela, el sol, se encontraba en pleno mediodía, en todo el centro del cielo que cubría las cabezas y canoas de los grupos que buscaban a estos chicos.

El Río lucía imponente, comentaba Manwi

Así todos se concentraron en la búsqueda, siempre en contacto con el grupo del margen izquierdo, y ellos siempre anunciaban lo mismo, "No hay señales de los niños", el mismo mensaje que ellos mismos le enviaban al grupo de la izquierda.

Cuando el sol se les inclinaba un poco mas a su oeste, Soje notó alarmado algo que nunca había visto en el río, un desvío muy pronunciado mas adelante, que partía al Lenis en dos, en una encrucijada en forma de Y, que no estaba antes:

Gabrielle, hizo uso de los espejos avisándoles al grupo del lado izquierdo, pero no tuvo respuesta, lo intentó de nuevo, y nada!

Entonces Manwi dijo:

Mientras avanzaban por el desvío, que era considerablemente grande, parecía un río en si mismo, Manwi, también dijo:

A medida que avanzaban en esa nueva gruta del Lenis, notaban como la vegetación de la selva iba arropando la avenida que seguían, en una capa vegetal de altos arboles y manglares que ya tapaba el sol a la vista de los tripulantes de la canoa, a solo unos rallos de luz eventual que los atravesaba.

Xena podía intuir el peligro, sabía que cada vez estaban mas cerca de algo que aún no podía descifrar, todos permanecían en silencio atentos a cualquier indicio de los restos de la casa de Nigle, de la balsa que les salvaría la vida a los niños, o de los niños mismos, pero no podían ver nada, solo un caudal del Lenis, que cada vez era mas rápido y fuerte, casi no podían controlar la canoa, y tenían que sortear grandes piedras y la corriente.

Esto acrecentaba su preocupación, donde podrían estar los niños?, como podrían haber sorteado esos obstáculos, sin ningún remo u otra herramienta, a medida que se ponía mas rápida la corriente con mas obstáculos y baches, iban perdiendo la esperanza de que esos niños hubiesen sobrevivido ante semejante embravecida del río.

Todos estaban muy atentos a las orillas del río, pero a su vez, también atentos a no naufragar, ya que la endeble canoa, no aguantaría mucho, si seguían en esa corriente, pero con Xena al mando y todos con remos, iban sorteando hasta ahora todos los obstáculos.

Cuando estaban mas empapados y con la canoa, muy llena de agua, Soje, hacía su mejor esfuerzo por sacar el agua sin perder el equilibrio, por ello se ató a la canoa, para buscar mas estabilidad sin peligro de caerse al caudal, el resto seguían haciendo maromas con los remos, para no zozobrar.

De repente, Xena al estar al frente de la canoa, abrió sus ojos azules con alarma, al ver a los lejos, una especie de cascada que adivinaba muy alta y que no podría soportar la canoa que los transportaba, caerían sin remedio.

Grito entonces:

La caída fue muy alta, como lo presagiaba Xena, tan alta, que cayeron despedidos de la canoa hacia delante, todos en el abismo que despuntaba la fuerza de la caída del agua de la gran cascada. Cayeron en una gran laguna, profunda, pero más calmada que el embravecido riachuelo del que acababan de sortear.

La primera en salir fue Gabrielle, al surgir de las oscuras aguas, vio que no salía nadie mas, donde estaban el resto?, luego mas adelante salió Manwi, y dos de los hombres mas allá, pero nada de Xena ni de Soje, donde estaban:

Gabrielle se sumergió varias veces para intentar ver algo en las profundas y oscuras aguas de esa extraña laguna, pero no lograba ver nada, ya habían pasado un par de minutos desde que ella misma emergiera primero, y aún no había señales de Xena ni del chico, nadó nuevamente hasta donde creyó que podrían haber caído, y cuando se sumergía, pudo divisar en su buceo, que Xena luchaba por levantar al desmayado chico, que así era un peso muerto, no podía soltarlo en búsqueda de aire, porque lo perdería sin remedio en esas oscuras aguas, además no podía Xena levantarlo sola, con la soga de la canoa que el chico ató a su pie. Gabrielle, vio el problema y se acercó a Xena para darle oxigeno. Al aspirar el aire tomó nuevas fuerzas y entre las dos, sujetaron el pie del chico y cortaron la soga que lo ataba a la canoa.

Así pudieron emerger, agotados y sin aire, ya, nadaron con prisa a la orilla más cercana donde ya los hombres los esperaban, también agotados, Gabrielle, contó solo a tres, pero no reparó en eso, hasta mas tarde, se daría cuenta que uno de ellos no lo lograría.

Xena, arrastró al chico hasta la orilla, y empezó a resucitarlo con la técnica que muy bien sabía, pero ella misma, estaba muy débil por el esfuerzo, así que Gabrielle, la apartó:

Y comenzó a darle aire a los pulmones de Soje, así como a golpear su pecho, para reactivarlos, insistió varias veces. Ante el asombro de los hombres, de la insistencia de Gabrielle, Manwi le decía:

Xena, ya mas recuperada, se le acercó, y le dijo:

Justo en ese momento, Soje, se movió y botó el agua que retenía, y volvió a la vida, con mucha debilidad, y tosiendo fuertemente, llenaba sus pulmones de aire; se inclinó entonces y empezó a jadear, pero estaba vivo.

Y Gabrielle, sin contener su llanto, lo abrazó y le decía:

Ella se levantó y recriminó a Manwi, y los otros hombres:

Mientras, Gabrielle, seguía con Soje, quién le decía en medio de sollozos y tos:

Mientras todos se recuperaban en la orilla, Xena, miraba a su alrededor, pudo ver la caída de agua, tan alta como 50 metros, no podía creer que soportaran una caída así, y menos pensar que los niños lo hubiesen logrado, por eso pensó en mantener la esperanza de que el grupo que iba por el lado izquierdo del río, hayan tenido mas suerte y por allí hubiesen estado los niños, y no, por el seguramente fatal destino que les hubiese deparado de haberse ido por el camino que las atrapaba a ellos mismos ahora.

La caída del agua, daba lugar a una hermosa laguna, amplia y calmada, que no parecía provenir de tan embravecido Lenis, mas arriba, pudo apreciar sin quererlo la belleza del lugar, con su vegetación alrededor y suave sonido del agua. Gabrielle se le acercó y le dijo:

Ambas se abrazaron fuertemente, luego también Xena miraba el cielo, ahora despejado, que daba un color blanco azulado al agua de la laguna, que reflejaba la luz del sol y las nubes, realmente hermoso, y pudo adivinar por la posición del sol, que era bien temprano todavía, apenas un poco mas al oeste estaba el sol.

Gabrielle adivinando sus pensamientos le dijo:

Xena mirando al resto que yacían sentados en la orilla y viendo que estaban mas recuperados, le dijo:

Ya todos de pie, Soje dijo:

Xena dijo:

Mientras Xena señalaba el posible camino, Gabrielle, no podía creer que iban a abandonar así la misión que antes los llevó hasta ahí, siguió mirando alrededor y al alejarse un poco del grupo, mientras Xena, daba instrucciones de cómo salir de ahí, Gabrielle, divisó detrás de una roca, restos de madera, que no eran de la canoa que antes los traía a ellos, pensó que podría ser de los escombros que arrastraba el río, pero al ver con mas atención en esa orilla, pudo ver una pisadas, si eran una pisadas de pies pequeños, y había un par de ellas, en medio de los escombros que allí había, entonces gritó:

Al unísono todos voltearon, y miraron con atención las señales de los brazos alzados de Gabrielle, corrieron hasta donde estaba, y miraron sorprendidos lo que ella había visto, las pequeñas pisadas, era un milagro.

Dijo entonces Soje:

Todos estaban alrededor de las pisadas, y seguían con atención como Xena, trababa de seguirlas, pero de pronto se paró en seco, al notar otras pisadas mas grandes, otro par de ellas.

Todos estaban muy sorprendidos por el hallazgo, pero sin titubear siguieron a Xena tras las pista de esas extrañas huellas y la de los niños, ahora tenían la esperanza de que estaban vivos, y estaban determinados a encontrarlos.

El grupo se abría paso del espeso follaje que bordeaba la laguna, para seguir las huellas, las cuáles cada vez eran mas difícil de seguir, sobre todo, cuando iban dando como la vuelta, se encontraron de pronto al lado de la cascada y notaron con mas asombro que antes, que el fuerte manto de agua que caía cubría una cueva, una gruta oculta, por donde seguían las huellas.

En silencio, la siguieron con los ojos bien atentos y maravillados ante semejante cueva, dejaban atrás la laguna y su cascada. Gabrielle estaba detrás de Xena, luego Soje, Manwi, y el resto de los dos aldeanos que quedaban en el grupo; pero ahora habían perdido en la caída, todos las herramientas y equipos que contaban para el rescate, solo tenían las armas que siempre utilizaban y llevaban encima, estaban bien enfundadas sus espadas, cuchillos y los sais de Gabrielle; así que no las perdieron, era algo por lo menos, para defenderse de los posibles peligros que iban a tener en la misión de rescatar a los niños.

 

 

La ciudad pérdida de Ankor:

Mientras seguían adentrándose en esa oscura cueva, se daban cuenta de cuan profunda era, y que cada vez, los alejaba mas de la luz del sol, pero aún así siguieron adelante, era la única vía que tenían para continuar en la búsqueda de los niños, en su camino, aún escuchaban el agua de la cascada que arropaba y ocultaba la entrada de esa extraña cueva. Atrás del grupo, Manwi y los otros dos comentan casi susurrando en secreto:

Ya mas avanzados en ese camino, de pronto, volvieron a ver luz al final de la cueva, lo que parecía ser la salida, lo que les indicaba que no era una cueva común, era mas una gruta o un pasadizo del extraño lugar donde estaban.

Xena, dirigía el camino hacia el lado izquierdo de la salida, donde parecía haber una especie de vereda, el resto del grupo le obedecía, mirando insistentemente para todos lados, siempre atentos ante cualquier eventualidad, pero también maravillados ante el espectáculo que presenciaban.

El sol seguía alto al oeste, pudo precisar Gabrielle, y reconocer de nuevo, cuanto habían vivido en un solo día, y aún ser tan temprano, sería ya media tarde, por eso mantenían la esperanza de poder encontrar y rescatar a los niños, si eso fuese necesario. Las huellas estaban frescas, no hacía mucho que las hicieron, así que tenían tiempo todavía.

Avanzaron cada vez más en la densidad de esa extraña selva, escuchaban animales extraños, ruidos nunca antes oídos por ellos:

Xena seguía atenta a las huellas, apartaba la maleza necesaria para pasar mejor por esa extraña vereda, pero no se detenía, continuaba con mucha prisa, y forzaba al resto a seguirle el ritmo del paso, ella sabía que no tendrían mucho tiempo esos niños, si estaban en manos de una tribu de la cuál no tenía la menor idea de cómo eran o que perseguían.

Mientras apartaba una espesa capa de plantas que entorpecían el camino, de repente se detuvo en seco, como venían en un paso muy apresurado el resto, Gabrielle tropezó con ella, y así todos no entendían porque se habían parado:

Se había acabado la selva, y ahora tenían en frente un gran espacio, inmenso, no podían medir cuan grande podría ser, era una ciudad, de piedra, de altas torres en forma de cúpula al final, punteabuada otras, pero nada parecido a lo que pudiesen haber visto antes, una obra de arquitectura e ingeniería maravillosa e imponente. Todos estaban mudos ante el espectáculo.

Lo dijo ante la incredulidad de todos, estaban paralizados en medio de la puerta principal de esa amurallada ciudad, solo veían sobresalir las altas torres, pero parecía estar todo en ruinas.

Al soltarlo, la mirada del hombre estaba llena de odio y en sus adentros pensaría en la posibilidad de aprovecharse de lo que pudiera de esa ciudad, los otros dos, eran sus secuaces también.

Siguieron avanzando, y notaron alrededor de la ciudad amurallada también un riachuelo:

Al intentar entrar, notaron que el suelo que pisaban ya no era de tierra, la ciudad era totalmente de piedra, hasta el piso y caminos internos, así que no podrían seguir las huellas mas.

" Esta es mi oportunidad de buscar las minas yo mismo, quién piensa en esos chicos" – Bien Xena, así lo haremos, vámonos muchachos.

Así se separaron cada grupo por su lado, y avanzaban muy rápidamente entre los monumentos que consiguieron, la arquitectura perfecta, la gran cultura que hubo en esa ciudad.

Cuando habían avanzado bastante, lograron subir a una de las torres medianas, y precisar todo desde arriba, se daban cuenta que la ciudad estaba desierta, abandonada y en ruinas, no se vislumbraba ningún habitante, solo veían, altos y bien elaborados edificios, torres y monumentos de piedra tallada.

Se bajaron de la torre, y corrieron hasta esa plaza, pero no encontraban nada, todo estaba plano, con esculturas humanas alrededor, una galería recta de piedras, que denotaba un anterior hermoso jardín y una gran fuente en medio, con la escultura en medio de quién debió ser el Rey Vitor, estaba sobre una alta plataforma de piedra, debía doblar en altura a la propia Xena, solo la plataforma.

Todo era tan monumental a su alrededor que asustaba.

Gabrielle estaba del lado derecho de la plataforma, Xena al izquierdo y Soje encima de la escultura de Vitor. Entonces, Gabrielle, buscando y tocando por todo ese lado, se tropezó con una especie de argolla, pero a la altura de su pie, lo que indica que cuando la fuente funcionaba, se encontraría bajo el agua, ella la haló con toda su fuerza, y de su lado, se abrió una extraña puerta, tan alta como la altura de Soje, él solo era un poco mas alto que la propia Xena:

Así los tres, empujaron y abrieron completamente la extraña y pesada puerta, entraron con cautela, notando una escaleras que los conducían hacia mas abajo, pero extrañamente no estaba oscuro, estaba muy iluminado, con mucha cautela seguían avanzado, hasta que llegaron hasta el final de las escaleras, y notaron algo mas espectacular de lo que ya habían visto, era una especie de patio central amplísimo, donde ellos estaban en lo mas alto, perfectamente organizado, parecía una ciudad subterránea bajo la gran ciudad en ruinas de Ankor, pero esta estaba muy cuidada, y había mucho movimiento de personas ahí, como eso podría haber existido bajo una gran ciudad?

En lo que parecía una plaza, y alrededor las viviendas en forma de cuevas, también notaron una mas grande, cuando de repente, asombrados por lo que veían, salió de la gran cueva, un personaje ataviado de lo que parecían ser ropajes reales, junto con unos guerreros que le servían detrás de su salida triunfal. Sorprendidos y perplejos ante ese espectáculo, Xena, Gabrielle y Soje, desde lo alto no podían creer lo que veían.

Luego salieron también otros guerreros del lado derecho de esa plaza, de una cueva, con los niños y también con los tres hombres que iban por el otro lado de la ciudad, todos, amarrados con la escolta de estos guerreros, parecía que los iban a presentar ante ese personaje extraño que aguardaba en el centro, sentado en un gran trono de oro y diamantes.

Ellos estaban a lo alto, recostados sobre sus cuerpos boca a bajo, solo sobresalía su rostro para mirar desde su privilegiada posición los acontecimientos de abajo.

Entonces la persona del trono habló:

Desde lo alto:

Al terminar de hablar, empezó a bajar desde lo alto y gritó:

Descendiendo llegó cerca de ella, inmediatamente la intentaron detener los guardias, pero ella los despachó uno a uno, los iba golpeado, hasta apartarlos, cuantos más se le acercaban, mas demostraba sus habilidades guerreras, ya cuando venían muchos, brincó con su característico grito de guerra, y se puso justo frente a la princesa, con la espada desenvainada en su garganta.

Se lo dijo mientras miraba los profundos ojos color café de la hermosa princesa, notó que su mirada no tenía temor, aún con la espada de la guerrera en su cuello, notó mas bien determinación.

Xena, soltó la espada, y mirando a Manwi, le dijo:

Al vaciarlos uno de los guardias, allí tenían pedazos de pequeños diamantes.

A la vez, que había este cruce de palabras, desde lo alto Gabrielle, veía como desarmaban a Xena y pensaba que hacer, y Soje en un intento por ver mejor, soltó piedra que los sostenía y los delató, la princesa ordenó su captura, de inmediato, cuando intentaron huir, ya era demasiado tarde, estaban rodeados y los ataron también y bajaron con ellos.

La hermosa joven princesa, se levantó de su trono al decir eso, era tan alta como Xena, de intensos ojos color café, cabello negro ondulado y de piel muy blanca; vestía un traje tan diminuto como el de Gabrielle, lo cual mostraba su espléndida figura, y revelaba el tatuaje que tenía en su hombro derecho, era la figura del río y la cueva, pero parecía estar incompleto.

Soje la vio y quedó fascinado con su belleza, pero al notar su tatuaje se levanto del piso donde lo tenían atado, y gritó:

Ahora la princesa reparó en él, ellos serían de la misma edad, y con el mismo color de ojos café.

Lacuai sorprendida ante el hallazgo de lo que siempre vaticinaron como los elegidos para liberar a su pueblo, ordenó que todos salieran, para descifrar los recientes acontecimientos. Solo se quedaron, ella, su consejero, el sacerdote, Xena, Gabrielle, y Soje.

Todos estaban sorprendidos ante lo que estaba pasando.

Continuo hablando Lacuai:

Mientras hablaban todo esto, ya caía el atardecer pronto sería de noche, así que Lacuai ordenó a sus guerreros:

Así las escoltas de la princesa le indicaban a Xena, a Gabrielle y a todo el grupo donde los iban a ubicar mientras esperaban el amanecer.

A todos los ubicaron en tres habitaciones, Xena y Gabrielle junto con los niños, a Soje y Manwi en otra, y el resto de los dos hombres también. Eran unas habitaciones esplendorosas, de mucho lujo, inexplicable para las condiciones en que vivían en ese lugar subterráneo, pero perfectamente organizado.

Así se recostaron finalmente ante ese agotador día, pero la guerrera, no se confiaba, permanecía de pie, mirando hacia fuera de la habitación, viendo como disponían todo para la fiesta, algo no le resultaba totalmente claro, y pronto iba a averiguar que era. Mientras ya los niños, dormían agotados sobre el otro gran lecho que había en esa habitación.

Así se quedó mirando fijamente por la ventana, viendo como preparaban todo, pero sus pensamientos estaban en los extraños acontecimientos de ese día. En la otra habitación también hablaban Soje y Manwi:

Tratando de agarrarlo, pero el hombre mas fuerte lo detuvo:

Diciendo esto, se recostó finalmente, él lo tenía todo planeado desde el principio con sus secuaces, siempre planeó llegar a esas minas perdidas. Soje no podía creer las verdaderas intenciones de estos hombres, eran malvados, y alertaría a Xena, aunque ella misma ya lo sabía, pero también sus pensamientos estaban con Lacuai, estaba fascinado con la belleza de la princesa, se sintió enamorado de ella desde que la vio.

Así, al anochecer, luego de descansar un poco desde las habitaciones, se escuchaba el bullicio de la fiesta, estaban comenzando las celebraciones y la princesa ordenó que buscasen a los que ahora eran sus invitados.

Cuando todos se trasladaban hasta el patio central de nuevo, podían ver todos los banquetes que habían dispuesto, la gran fogata central y otros ritos, todos ataviados con sus mejores galas. Quedaron sorprendidos al ver a la princesa Lacuai, con su traje largo, ya no el diminuto de antes, esta era una túnica púrpura y una gran corona de diamantes en su cabeza.

Xena observaba a estos hombres, sus miradas indicaban cualquier cosa, menos deseo de libertad, el recelo que vio en sus ojos, la hizo dudar mas de sus intenciones.

Los otros quedaron hablando en secreto entre ellos tres, Manwi, se notaba que dominaba la conversación y los niños disfrutaban de esos extraños bailes y ropajes.

Al acercase al trono, ellos tres, Lacuai les decía:

Ellos escuchaban con atención lo que contaba Lacuai:

La fiesta era esplendorosa y duró hasta altas horas de la noche, se notaba la alegría de todo un pueblo, ante su inminente libertad.

Las Minas de Diamante de Ankor:

A la mañana siguiente, las guerreras ya estaban listas muy temprano, les esperaba un día tan fascinante como el anterior. En toda esa tribu, nadie durmió ante la expectativa de su pronta liberación después de tantos años encerrados, en cautiverio, los hombres de Manwi y él mismo, tampoco durmieron planeando como iba a ser ricos con las minas, y Soje, muy nervioso ante los retos que les esperaban, la princesa Lacuai estaba igual, total nadie durmió a excepción de los niños que descansaron plácidamente en los cómodos lechos y pieles que habían dispuesto en esas habitaciones.

Así salieron de las habitaciones, todo estaba dispuesto para su partida hacia las minas, irían ellos cuatro, el resto tendría que aguardar hasta que cumplieran su misión, pero no sabían que Manwi y sus hombres iban a seguirlos en secreto.

Todo el pueblo se quedaba expectante ante esa misión, Gabrielle se despedía de los niños diciéndoles:

Gabrielle les dio un fuerte abrazo a ambos, y se apartó, para ya reunirse con el grupo que partía, al seguirlos, y voltear vio en el rostro de esas personas, la esperanza que representaban al ser los encargados de la libertad que tanto anhelaban.

La salida del patio central de esa gran cueva, daba hacia una mas pequeña al sur, que los conectaría a la entrada de las minas, por el lado subterráneo, nunca nadie antes atravesó mas allá por la maldición de Vitor, inmediatamente desaparecía todo aquel que osara atravesar por ahí, era un gran misterio pero así sucedía.

En esa puerta principal, había extrañas inscripciones que solo Lacuai podía leer, que decía:

Xena permanecía alerta también, sabía que no sería fácil salir de ahí, pero estaba convencida como siempre, de que lo lograrían, su seguridad era lo que más los alentaba a todos.

Mientras los malvados Manwi y los otros dos, estaban alertas, detrás de ellos, para también entrar a esa puerta.

Los escoltas se habían retirado, ahora solo eran las guerreras, la princesa y el aldeano Soje, los que se encontraban frente a la puerta, era de forma hexagonal y tan alta como Soje, con las aberturas a los lados, donde debían introducir las mano derecha e izquierda, donde respectivamente tenían el tatuaje, así lo hicieron al mismo tiempo, y la puerta lentamente se abrió, dando pasó a un túnel perfectamente iluminada.

Así siguieron por ese estrecho canal, los malos de Manwi y sus secuaces, iban detrás, esperando el momento para entrar, justo antes de que la extraña puerta se cerraba, ellos entraron. El grupo de adelante, estaba sorprendido, con el juego de luces que había y los diamantes que ya estaban impregnados a las paredes, una sola de esas piedras haría muy rico a un mortal, y habían muchas.

Mientras avanzaban Gabrielle, se tentó a tomar solo dos grandes diamantes azules del tamaño de su dedo pulgar, y los guardó en su bota, estaban pegados a la pared, como todos los que vio, pero estos eran de forma de corazón y de forma de trébol de cuatro pétalos, realmente raros y hermosos. Pero justo cuando hacía eso, se sintió un viento helado en ese canal, Xena gritó:

Rápidamente se tiraron boca abajo al piso, y una gran hojilla metálica, los rozó muy cerca, pasó muy rápido, pero pudieron evadirlo.

Los secuaces de Manwi, y él mismo, iban tomando las piedras que veían de la pared, hasta que ese mismo viento, trajo la hojilla, y se lanzaron también al piso, pero no a tiempo uno de ellos y murió al instante, ahora solo quedaban dos de ellos.

Xena, podía sentir que no estaban solos, por eso los alertó de que tuvieran mas cuidado, que alguien los seguía:

Así lo hicieron, siguieron adelante, hasta el final de ese estrecho túnel, y allí, se encontraron con el gran espectáculo de las minas, estaban justo enfrente de ellas, de la gran cantera de diamantes que en plena superficie estaban, eran miles de ellos, y en ese gran espacio, había una laguna interior que daba a una salida acuática, sumergida, y alrededor todas las pequeñas minas y aberturas hechas antiguamente y que tantas vidas costó.

Así que todos se prepararon para seguir por el interior de la pequeña laguna del centro, siempre guiaba Xena, y Gabrielle se quedaba al final del grupo.

Y fue la primera en sumergirse, tardó unos tres minutos en ir y volver, al salir dijo:

Así lo hicieron, luego de atarse por la cintura con esa cuerda, se lanzaron al agua, adelante iba la alta guerrera para guiar el camino:

Xena guiaba en lo profundo de ese pasadizo acuático, ya faltaba poco para salir a la luz, cuando Lacuai se le atoró su tobillo en una de las piedras, como estaban atacados, se paralizaron todos, desde atrás Gabrielle intentaba empujar a Lacuai, lo mismo hacía Soje desde adelante junto con Xena, Gabrielle pudo ver, que solo rompiéndole el tobillo a la princesa, podría zafarse, así se lo indicó con señas, ella sabía que no había mucho tiempo, así que la valiente princesa le indicó que lo hiciera. Gabrielle, empujó el pie hacia un lado, provocando un intenso dolor en Lacuai, que Soje y Xena, no veían por el lado en que estaban, finalmente se soltó y pudieron emerger casi sin aire.

Con el tobillo quebrado salieron a la superficie, y en el orilla, Gabrielle explicaba porque tuvo que hacerlo, era eso o ahogarse en esas aguas.

Al decir esto, todos miraron hacia delante, de frente tenían la única abertura posible, no había otra, el sitio era mas pequeño que el anterior, pero seguían encontrándose muchos diamantes en el camino, ninguno tocó otro de nuevo, solo se concentraban en conseguir el gran Diamante Rojo.

Mientras del otro lado, Manwi y el hombre que le quedaba, estaban tratando de descifrar por cual de esas pequeñas cuevas se abría ido el grupo, no había huellas que seguir, por las piedras y diamantes que solo podían ver, ya tenían repleta sus bolsas de grandes diamantes, hasta del tamaño de un puño. Así que Manwi, le ordenó al otro hombre que siguiera por la que creyó posiblemente iría el grupo de Xena, al obedecer, inmediatamente, se escuchó un grito desgarrador, y hay desapareció víctima de la trampa de esa pequeña cueva, al caer a un abismo.

Manwi, estaba confundido y ahora solo, no debía de ser ninguna de esas cuevas, se acordó de lo que vio en los tatuajes, y se lanzó a la laguna, pero se dio cuenta que no podía con las pesadas bolsas llenas de diamantes que ya llevaba, pensó que del otro lado había mas, así que las vació por completo, y siguió por el camino del grupo que lo aventajaba. Llegó al otro lado, como los otros, y efectivamente, había mas diamantes.

Mientras tanto, el grupo de las guerreras seguía avanzando pero ahora mas lentamente por la precariedad de Lacuai, quién se apoyaba en Soje:

Así siguieron esa nueva gruta, llena de estalagmitas y estalactitas que hacían muy difícil el paso para alguien en buenas condiciones, para Lacuai es casi imposible.

El sitio se hacía cada vez más oscuro, sabía que estaban llegando al punto final, según lo indicaban los tatuajes de sus brazos.

Manwi los seguía ahora muy de cerca, pero guardando distancia prudente, para estar atento a los movimientos del grupo, no iba a arriesgarse a caer en mas trampas.

Al salir de la gruta oscura, se encontraron de nuevo con otro gran espectáculo, era un precipicio al cual no se le vistaba el fondo, solo un pequeño puente elevado, pero derruido por el tiempo, era de madera y colgante, pero totalmente frágil e inseguro.

Así lo hizo la guerrera, piso poco a poco cada peldaño, sujetándose de las sogas de los lados, algunos peldaños se soltaron, pero notó que era bastante resistente por lo menos para una persona solamente, al llegar al otro lado, vio otros peligros de ese lado, pero luego se ocuparía de eso.

Gritó desde el otro lado:

Ambos elegidos, iban por el puente con cuidado, sin pisar muy fuerte, Lacuai se apoyaba en Soje, poco a poco, pero de repente, con tanto peso, otro peldaño se soltó y Soje resbaló, solo se sostenía por una mano, y Lacuai, no podía con él, pero faltaba muy poco para llegar a la orilla, y Xena, desde el otro lado, viendo que sin remedio iba a caer al vacío, lanzó la soga y lo enlazó, justo antes de caer, el muchacho quedó colgando pero Xena pudo retenerlo y subirlo hasta su lado, mientras Lacuai, no podía levantarse del piso del puente. Xena le dijo:

Cuando estaba lista para avanzar, Manwi, la sostuvo por detrás y la amenazó con su cuchillo, viendo todo, que no había mas salida por ese lado que el débil puente.

Así el hombre sujetando a Gabrielle por detrás comenzó a avanzar por el endeble puente colgante, sonaban las maderas viejas y las cuerdas, viendo todo esto, Lacuai, como pudo se arrastró hacia la otra orilla, sabía que no iba a aguantar demasiado el puente, y ya no le faltaba mucho, Xena la esperaba y la alcanzó, la ayudaba Soje en ello.

Y justo en ese momento, se soltó todo un lado del puente, ambos quedaban colgando del puente, solo sostenidos por una inestable cuerda, que estaba a punto de ceder, y aún faltaba medio camino todavía. Manwi se debatía con Gabrielle, porque esté perdió el cuchillo y ahora se aferraba con ambos manos, pero quería avanzar, pero primero estaba Gabrielle, y ella también lo hacia. El grupo del otro lado, estaban desesperado ante la posibilidad de la caída de Gabrielle, así que se apresuraron a tratar de ayudarla, esta vez, fue Xena, la que se ató la soga a la cintura, y le gritaba a Gabrielle:

Pero la debilidad del puente se encargaría de ello, y mientras forcejeaban para seguir hasta la otra orilla, la cuerda se rompió justo en medio de los dos, de Manwi y de Gabrielle, pero esta la sostenía por un brazo, casi atrayéndola hacia el lado de él, hasta que finalmente la soltó, y el puente quedó en dos pedazos, rápidamente ambos lados se precipitaron sobre la pared del abismo, pero se aferraron fuertemente, y Xena, pudo lanzarse con la soga, y rescatar a Gabrielle, sostenerla y llevarla hasta arriba con la ayuda de Soje. Muy asustados todos, pero lo habían logrado.

Del otro lado, Manwi, también trepó la parte del puente que tenía, y subió hasta el extremo de donde venían, pero quedaría atrapado allí por el resto de su vida, no había mas salida posible de ese lado.

El grupo no podría hacer ya mas nada por ese desdichado hombre, hay permanecería lo que le resta de vida, entro los miles de diamantes que había conseguido.

Siguieron adelante, ya les faltaba poco de su recorrido, solo quedaba encontrar el Diamante Rojo, en el tatuaje de Soje, señalaba un camino de oro y plata, que no veían.

Luego de pasar el puente, cuando continuaron, se encontraron solo con una gran pared, nada mas, era el final del camino, se sentían atrapados, sin salida.

Mientras lo examinaba, no había hay nada mas, solo un camino de oro y plata, y al final el Diamante Rojo, pero esa pared, que harían con ese muro. Entonces Xena, reparó en dos grandes rocas que había a los extremos de la gran pared que tenían en frente, las examinó mas de cerca. Y encontró la clave, en la piedra de la derecha estaba impregnada de oro, y en la piedra de la izquierda de plata. Ese era el camino, tenían que remover las rocas para salir.

Entonces Gabrielle procedió a halar la roca de la izquierda, con cuidado esta se deslizaba, y todos atentos observaban como la valiente pequeña guerrera comenzaba a abrir una puerta que tapaba la roca, de pronto, una gran luz, color rojiza, inundó su rostro, encegueciéndola por algunos momentos.

Xena gritó:

De frente tenían el Diamante mas grande, hermoso y extraño que habían visto, era de color rojo con matices que deslumbraban con el sol que entraba por las aberturas del techo, rallos para todos lados de esa habitación, y si, estaba llena de joyas de todo tipo, de diademas, piedras preciosas, no solo diamantes, habían topacios, zafiros, rubíes, perlas, oro, plata, platino y muchas otras piedras, que hacían un juego de luces impresionante. Finalmente habían llegado al gran diamante que daría libertad al pueblo antiguo de Ankor.

Así Xena, se acercó lentamente hasta lo alto de la estatua de Vitor sentado que sostenía el diamante en su mano, tenía que tomar el diamante de allí, era del tamaño de una cabeza humana, increíblemente grande y pesado, y justo cuando lo hizo, empezó a moverse la estatua y abrió su parte inferior, y allí se vio una momia, un cadáver sentado con una corona, con una extraña inscripción que solo podía leer Lacuai.

Al acercarse leyó:

Leía esto con lagrimas en los ojos, Lacuai, no podía contenerse, de pronto con el Diamante en manos de Xena, empezó a moverse todo, el piso que las sostenía comenzó a deslizarse hacia un lado y otro, lo que abrió una abertura posterior a la estatua, que conducía a un canal de agua, un río que pasaba, mientras todo se movía, comenzaba a caerse a pedazos, la habitación donde estaban. Gabrielle les gritó:

Xena no soltaba el Diamante Rojo, sabía que lo necesitaban todavía, justo cuando iban por la corriente rápida, sintieron el desplome de todo aquel lugar, se estaba derrumbando todo a sus espaldas, era muy precaria su situación tenían que apurarse, porque el estruendo del derrumbe los perseguía.

Finalmente lograron dejar atrás el derrumbe, habían salido de las minas, y a medida que iban aferrados a la improvisada balsa, se iba calmando la corriente, hasta que por fin llegaron a la ladera misma de la ciudad de piedra de Ankor que antes habían visto al llegar, y también esa salida había abierto otro recodo del riachuelo, que mas tarde llevaría a las guerreras y a los niños a la aldea.

Mientras, Lacuai, no podía creer el espectáculo, era hermoso, nunca había visto el sol directamente, y menos tanto follaje y selva, la gran ciudad desde arriba, como siempre la imaginó.

Se bajaron de la balsa, justo en la entrada de la ciudad de piedra, donde antes se habían separado los grupos para encontrar a los niños. Y al entrar, Lacuai sabía lo que había que hacer, tenían que colocar el diamante rojo, en el mismo sitio de la estatua idéntica del Rey Vitor en el centro de la seca fuente, que antes les sirvió de pasadizo para ir a la ciudad subterránea.

Así lo hicieron, con una oración antes, Lacuai, con la ayuda de Soje, colocó en la estatua entre las manos alzadas de Vitor en la fuente, el gran diamante, y con la luz del sol, que se reflejo en él, el piso del gran patio comenzó a deslizarse hacia un lado y otro, se estaba abriendo en dos, y estaba permitiendo un gran acceso para la ciudad subterránea. Los valientes aventureros tuvieron que correr de nuevo para no caer, siempre Lacuai en los brazos de Soje.

Todo el pueblo abajo, estaban a la expectativa de los resultados de la búsqueda de la salida, y al ver el sol, así tan directo, con el gran cielo que se abría en sus cabezas, no lo podían creer, lo habían logrado. Con la apertura de ese techo, también descendió una gran escalera, por donde podrían subir o bajar.

Los primeros en subir por allí, fueron los guerreros escoltas de Lacuai, y su Consejero y el Sacerdote, mientras todos abajo estaban fascinados con la mirada directa a la superficie, pero alegres por lograr salir y sentir la libertad de todo un pueblo, también corrieron los niños, Siul y Leika, quiénes se abrazaban a Soje, emocionados.

Hubo una gran fiesta en la ciudad de piedra de Ankor, al atardecer, todos estaban festejando, la posibilidad que la vida les había dado.

El muchacho no lo podía creer, desde que la vio se enamoró perdidamente de ella, y dijo:

Soje se acercó a la joven princesa y la besó tiernamente y la estrechó entre sus brazos, sellando así un pacto de los futuros gobernantes que luego casaría el sacerdote del pueblo.

Las valientes guerreras esa misma tarde tenían que despedirse con los niños a cuestas abordaron la canoa que los llevaría a Makin de nuevo, donde esperaba Nigle por sus niños.

Al despedirse Soje y Lacuai, abrazaban a los viajeros, y les dijo Lacuai:

Así las valientes guerreras se despidieron a la orilla del riachuelo que los llevaría al Lenis, con los niños emocionados por las aventuras que habían vivido, y que pronto verían a su madre.

A medida que avanzaban en la corriente que los llevaría justo al lado de Makin, al avizorar el pueblo a lo lejos, Xena volvió advertir a los niños.

Tan pronto llegaron, uno de los aldeanos ya los había visto venir, y entonces corrió a avisar a todos, así que la orilla estaba repleta de toda la aldea.

Nigle vio a sus hijos como ondeaban los brazos enérgicamente, no podía creer el milagro que veían sus ojos, después que los otros del grupo de la derecha y habían dicho que el Lenis debía haberse tragado a los niños y al grupo de Xena, al perderles el rastro hace dos días.

Así cuando se bajaron del bote, la primera en recibirlos fue Nigle, con sus brazos abiertos los abrazó fuertemente, sin parar de llorar, solo atinaba a decir en su sollozo, "Gracias, gracias, dioses, gracias…"

También descendieron de la canoa Xena y Gabrielle, entonces todo el pueblo las recibieron como las heroínas que eran, pero el viejo Jesu, extrañaba a su nieto, donde estaban, que les había pasado. Xena respondió a esas preguntas:

El anciano Jesu, desfalleció en llanto, su nieto, su esperanza, ya no estaba con él, entonces, Gabrielle se le acercó en secreto consolándole y le contó todo, abreviado, pero le contó. El semblante del viejo, cambió, aun cuando Gabrielle le advirtió que debía guardar el secreto. Y además, bajo su mano a una de sus botas, y de allí extrajo uno de los diamantes que tomó al principio de la mina, lo ató a un cordel y se lo colgó al viejo, y le dijo:

El viejo, casi gritó de felicidad, todo el mundo seguía concluyendo que era un viejo decrépito y loco, se fue cantando que " Si existen las minas, y mi nieto es el Rey" y lo repetía muchas veces. Nadie le prestó mucha atención.

Al finalizar el largo día, ofrecieron una fiesta, cuando pudieron apartarse un poco del bullicio de la gente de la aldea Makin, Xena y Gabrielle conversaban:

Y así, las amigas inseparables, reían y disfrutaban esa noche en el plácido lugar de Makin, con otra historia de aventuras mas que contar en los pergaminos de Gabrielle.

 

FIN