AVISOS: Los personajes de Xena, Gabrielle, Ares y
Argo pertenecen, como todos sabemos a MCA/Uversal, ETC.
La historia mía y muy mía.
IMPORTANTÍSIMO: Esta historia contiene escenas
explicitas de sexo entre personas adultas, a ser más específicos mujer y mujer;
si eres menor de edad, si es ilegal donde vives, si no te gusta este tipo de
historias, en este FF hay cantidad de historias que puedes leer y olvídate de
esta.
SUB/EX
Cualquier comentario o critica, escríbeme, soy Pandora, dorjarro@hotmail.com
“Encuentros y
Desencuentros”
Era pasada la media tarde, me las encontré a medio
bosque; yo no creí encontrarme a nadie en aquellos parajes y mi primera reacción
fue un respingo, la segunda tirarme al suelo, porque jamás había visto unos
azules desafiarme tanto y venían acompañados del acero de una espada; me quedé
quieta y muda, porque esos azules tenían algo de imán a pesar del acero
desenvainado (no sabia aún cuán
atrayentes podían ser); tenia una expresión divertida en el rostro y
decía miles de cosas que no oía, porque el rostro era de una belleza
inexplicable, (quién me iba a decir a mi que yendo a recolectar yerbas
extrañas, me iba a encontrar algo mucho más extraño). Me puse en pie mientras
veía en algún lugar del bosque acercarse a otra figura rubia de otoño y con
unos verdes perturbadores que también gritaba algo, pero seguía sin oír; me
puse justo frente a la espada que ya había notado no temblaban las manos y me
dio por reír, pero pude contenerme. Empecé a oír, los azules fingiendo cólera
en la voz bien disimulada, me cuestionaban el por qué estaba ahí; los verdes
que ya llegaban pedían con un poco de sobresalto que no; entonces abrí los
labios y dije mi nombre para obtener un silencio por respuesta, yo también
callé; no miraba el acero de la hoja miraba el de los ojos bien templado y para
aquel entonces escrutador; decidí responder y le di mi nombre, me gritó con
rabia que ocultaba algo -¿qué es eso?- y le dije -mi nombre-. Se carcajeó con
un sonido estridente y su cuerpo se movía al ritmo de la risa, noté sin embargo
que el acero de la espada ni siquiera temblaba; la ráfaga de otoño tenia una
chispa de luz en los verdes era la sonrisa implícita y yo sin poderme resistir
reí hasta que los ojos me soltaron lagrimas; después de la risa me miró con los
azules menos fríos de lo que ella hubiera querido de arriba a abajo y me soltó-
¿eres tonta o loca?, -puedo ser las dos cosas- le dije, sin siquiera pestañear
y por un instante muy breve la risa bailo otra vez en sus ojos, pero los
dominó, yo no negué los míos y cuando la espada recuperó toda la tensión en la
empuñadura el otoño cálido y con una tranquilidad que vista de prisa parecía no
tener fuerza -no lo hagas- fue una
petición que no iba exenta de una orden y por un instante casi me rió era una
escena increíble. La rubia de otoño y verdes de un mar circundante media poco
más o menos lo que yo, la medida que está justo en la línea para ser pequeñas o
para ser grandes y a pesar de tener musculosas las piernas y los brazos, su
fuerza era mínima; porque la de los azules de acero era morena, alta lo
suficiente para no tener que saltar al caballo, aunque me imaginaba que lo
hacia, era su naturaleza y en su cuerpo no había un solo lugar que los músculos no marcasen tensión y lo
mejor ni siquiera dudaban sus ojos menos su cuerpo; así que aquella orden por
sutil que fuese parecía una estupidez, sabia yo que no lo era, incluso antes de
que como un reflejo bajase la espada y dijera firme, pero tiernamente –cállate
Gabrielle- (así que el otoño cobijador era Gabrielle). Se volvió de inmediato
hacia mí y me dijo -¿estas loca o eres tremendamente valiente?-, -¿por qué?-
sólo por irritarla mascullé entre dientes y tentada estuvo de volver a levantar
la espada; - porque te pude haber
matado-, sonreí en los ojos y me guardé de hacerlo con los labios y le dije -no
lo hubieras hecho- sin dudar, -¿cómo puedes saberlo?-, -porque cuando se mata a
alguien los ojos no miran ven a un punto fijo, como los míos cuando nos
encontramos, no por la misma cuestión, sin embargo no pierden un detalle en
todo el campo de visión y los tuyos eran fijos, pero no perdidos mas allá de
mí, así que no me ibas a matar-; sonrió esta vez más que con los ojos, pero era
una sonrisa cargada de frialdad y no me gustó, porque hay aceros más mortales que los de las espadas y las dagas -
hubieras sido una buena guerrera-, -pude haber sido muchas cosas, pero no soy
experta en ninguna- había una nota de amargura en mi voz que Gabrielle no dejó
pasar -puedes ser buena en lo que te propongas-; le iba a responder con total
sinceridad a ese otoño tierno, pero los azules se interpusieron como tantas
veces lo hacían -algo haces- no era una pregunta, pero entendí –si, recojo
yerbas-, guardó su espada y me volvió a mirar y yo me adelanté -no soy
curandera, pero soy algo parecido- el otoño se nos puso en medio sin darnos
oportunidad -debe ser cierto pareces una sanadora-; -podría serlo en caso de
necesidad-.
Esta vez los azules de otra forma una extraña,
parecía complicidad, nos sacaron de la conversación -hay mucho que hacer pronto
obscurecerá y tenemos que arreglárnoslas para dormir y cenar, ella es Gabrielle
yo soy Xena- fue todo; ella fue a hacer su parte y aquel otoño vívido me explico qué hacer.
Cuando la noche nos había cubierto con su manto y el
fuego calentaba y me habían compartido de su cena pan y queso, y el otoño
inquieto preguntaba, contestaba y no callaba, y el azul ahora de un mar del
norte respondía lacónicamente y miraba sobre el fuego, y yo me limité a oír y a
responder cuando era necesario y sobretodo a cazar cada palabra cada
movimiento, cada detalle sentí aquella sensación y por un segundo estuve
tentada a hablar; pero la rubia del mar no dejo opciones y la morena nos mandó a dormir sin más
explicaciones; Gabrielle obedeció y yo estaba dispuesta a hacerlo cuando un
movimiento y una mirada me dijo quieta. Esperé, me alejó un poco del fuego,
pero en realidad del otoño y sin preámbulos me soltó - eres simpática, casi
divertida, no tengo motivos para desconfiar de ti y no lo hago, pero abstente
de hacerle daño o veras esa mirada que pareces conocer por ultimo en tu vida-
me miraba fijamente y yo no evadí los ojos
-no hago daño, solo reacciono al estimulo, no soy capaz de dañar a los
inocentes-. Su mirada cambió y dijo - ah entonces debo de cuidarme yo!- no era
una pregunta, -no, tal vez y solo tal vez deba de cuidarme yo-. Y me fui a
dormir; ágil como el viento los verdes en un susurro me dijeron - es así
desconfiada, pero es buena- le sonreí y la vi dormirse; los azules durmieron
dándome la impresión de ni un solo músculo relajado y me hizo acordar de
alguien...
Al siguiente día cuando desperté Gabrielle todavía
dormía, Xena venia de algún lugar con peces y yo pretendía pasar desapercibida,
para sus azules era imposible; recibí una sonrisa por buenos días y se puso a
cocinar, me levanté y le ayudé; esa mujer era la mejor guerrera del mundo, no
cabía duda, pero era una cocinera casi
guerrera. No habló nada y yo me sentía presa de su mirada al final como
cumplido -lo haces bien-. Y despertó a Gabrielle de una forma extraña, tierna
pasándole la comida cerca, como respuesta oímos unos buenos días cantarines y
nos dispusimos a comer. Por primera vez el torbellino de los verdes estuvo
callado y lo agradecí, me dio libertad para mirarlas y los azules de Xena
miraban a Gabrielle, cuando esta terminó de devorar al pez, supe por qué
-delicioso-, Xena algo rápidamente -no cociné yo-, los verdes bailaron -ya lo
sabia-. Se rieron y me reí, sin saber por qué.
Antes de que esos verdes empezaran a cuestionar
todo, la guerrera dispuso el viaje y empezamos a recoger todo. Me enteré en camino que
iban a ayudar a una aldea que había sido saqueada por unos hombres que
robaban mujeres; eso en voz de Gabrielle
parecía una confesión y en mis oídos música. Xena cabalgaba y nosotras
caminábamos, era un poco extraño; habían pasado un par de horas, porque el sol
se había movido, cuando Xena en un acto de piedad tomó la charla por su cuenta
y nos habló a las dos -estamos por llegar, me pueden esperar o tú vete, Gabrielle espérame-. No estábamos por llegar
yo lo sabia y no entendía la propuesta y los reclamos a ráfagas de Gabrielle me
lo dificultaban un poco, de pronto lo supe y tomé las bridas de la yegua,
Gabrielle se calló y Xena se contuvo de cualquier reacción, la miré a los ojos
y le dije -puedes detener a Gabrielle o al menos intentarlo uds. se conocen y
tienen una forma de vida, pero yo no soy parte de tu compañía así que no decidas
por mí, si no me quieres contigo está bien, pero compartieron su pan conmigo,
así que compartan los deberes -, tiró de las bridas que no solté y comprobé su
fuerza y el acero de sus ojos - no sabes lo que dices-, -no, pero me lo imagino, yo decido por mí- abrió mi mano con
una suya y miró a Gabrielle que sin darle tiempo - yo nunca te he dejado-. Desmontó y comenzó a dar
ordenes y para eso había nacido, no hay
mujer en el mundo que pueda ser a la vez
tan fiera y tan sublime; el don de mando de esa mujer era algo que rayaba en la
seducción y lo extraño es que ella seducía sin ser propósito; pero aún no sabia
yo lo que podía ser cuando se proponía seducir. Ocultamos a Argo, hicimos
unos escondrijos para nosotros que a la
entrada tenían una trampa, estábamos preparándonos para combatir con unos
saqueadores sedientos de sangre y algo más no sabíamos el numero exacto, pero
si habían sometido una villa nos aventajaban.
No nos preparábamos para combatir Xena lo hacia y ordenaba de forma
natural las trampas, las falsas visiones, los atajos, las huidas, los cebos y
puedo decir que lo tenia todo bajo control; su plan era sencillo nosotras
éramos los cebos que luego se esconderían en las trampas con escondite y ella
llevaría todo el peso de la batalla, yo no dudaba de su capacidad, pero algo no
me gustaba.
De pronto un zumbido abrumador en mis oídos que me
hizo mudar de color dio el aviso y le grité - Xena, están llegando- aplico su oído que era a fin de cuentas el de
una guerrera, pero no lo tenia muy claro y buscaba, - por el sur- le grité. Y
comenzó el plan, ella se escondió y nosotras nos quedamos en descampado para
que nos vieran teníamos lo necesario para pasar por dos chicas desprevenidas;
me temblaban las piernas y a Gabrielle por lo que pude ver a pesar de su bastón
también; ya eran pisadas cercanas al galope, no había tiempo de arrepentirse;
me dio un vuelco el estomago y vi a los verdes ni siquiera dudar, tenia una fe
extraña y me sonrió al tiempo que decía -tenemos que hablar para que no parezca
extraño-, yo respondí tragándome la garganta -si pudiera-, fue suficiente
estaban allí. Gabrielle contó a falta de mi voz y al calculo exacto que Xena
había hecho, arrancamos. Los vi y conté 20 caballos y un destello de rabia;
alcanzamos los arbustos y las trampas funcionaron 2 quedaron colgados de los
árboles, 3 cayeron a pozos, a Xena le quedaban 15. Los gritos eran
ensordecedores, pero el de Xena más, provocó un escalofrió era un caballo
relinchando cíclicamente. Sólo entonces noté, que 4 de ellos estaban llegando a
nosotras, Gabriellle ya lo había notado estaba en posición de ataque con su
bastón y yo tenia las manos limpias me miró y dijo: “tranquila”, pero sus ojos
la desmentían; calculé rápido con el corazón reventando mientras oía a Xena
batir aceros, no había oportunidad tenían caballos y espadas desenvainadas;
tiré a Gabrielle al suelo justo en el momento y yo con ella, las espadas
pasaron encima y tomé un caballo por detrás y desmonté al guerrero, ella tiró a
otro con su bastón y los otros dos volvieron si se puede con más rabia; oí:
“las bridas” a mis espaldas y supe que
eran sus azules mientras peleaba; Gabrielle también entendió un solo paso
detrás mío tenia el bastón listo yo sólo tenía una oportunidad cegué las bridas
desde abajo y los caballos los tiraron, Gabrielle los desvaneció con el bastón
y yo tomé una espada los dos que habían caído antes se levantaban que sencillo
todavía aturdidos con sendos golpes de bastón y espada sobre el casco volvieron
a dormir. Giramos rápido eran 11 contra una, justamente esa una estaba
levantando un vuelo giratorio sobre Argo para caer detrás de los caballos de
los cuatro que aún quedaban en pie, los restantes estaban en el suelo
quejándose; corrimos hacia allá y en un movimiento rápido Xena estaba montada
en un caballo justo a espaldas de su jinete (como me lo imaginé saltaba a los
caballos) haciendo una presión en su cuello y desmayándolo, quedaban 3. Parecía
más justo pero no lo era; Gab desmontó a uno de un varazo y tuvo que continuar peleando; Xena lo bajó del brazo y cruzaban
aceros; me sentía inútil con la espada, pero no tenia mucha opción, firme y
vertical contra la de él, el impacto me cimbró todo el cuerpo al mismo tiempo
cayeron él y mi espada, ni siquiera la busqué; vi a Gab recibir una herida en
un brazo y no perder el bastón; me volví deprisa y mientras mi oponente me
miraba con unos ojos sombríos recuperaba su espada del suelo, me lancé sobre él
y con dos dedos prendí la base de su cuello para que no pudiese respirar, sus
ojos me amenazaron con la espada y oí a Xena maldecir y le dije al tipo - ni
siquiera lo pienses si te rompo la garganta te mueres y si mueves esa espada
ella te corta el brazo antes de que me toques-, le faltaba el aire y Xena lo
debía tener asustado soltó la espada, yo no solté la presión hasta que cayó
desmayado, era la base no lo alto del cuello; lo dejé y di la vuelta Gab tenia
al suyo en el suelo sin conciencia y se sujetaba el brazo; Xena acababa de convencer al suyo con un tajo en
el costado, corrimos hacia Gabrielle que comenzó a reírse y dijo - es un
rasguño-, era algo más; Xena cortó la sangre de inmediato y revisamos el campo.
Esa vez la princesa guerrera lució en todo su esplendor, los desarmamos a todos
y una vez todos concientes al centro del explanado, rigió con toda su furia -
han tenido suerte esta vez, si los volvemos a ver los matamos y no vuelvan a
saquear una villa y a raptar sus mujeres
porque hasta el hades los perseguiremos- sus ojos irradiaban fuego, su rostro
rabia, pero era bella como solo ella podía serlo; entendí entonces porque Ares
la perseguía sin descanso, porque nadie la podía ignorar. El hombre con el que
había luchado yo al final juró volvernos a ver y yo le juré que si así era
estaría presente la muerte; Gab había estado callada, lo siguiente fue curarla,
gracias a Xena no había perdido mucha sangre, pero el corte era largo había que
cerrarlo, Gabrielle tenia cansancio, yo pánico; Xena me miró -te dije que podía
ser curandera si hacia falta (intenté que no me temblara la voz)-; -Gab ¿tienes
hilo y aguja?- Xena los trajo, mientras Gab protestaba ¡para qué!, -para
coserte la herida dolerá como el fuego, pero Xena tiene que restablecer el
flujo de sangre y te podrías desangrar, así que un poco más de valentía (eso
debí de repetírmelo a mí)- y le guiñe un ojo. Xena llegó cuando Gab aceptaba,
no se había dado cuenta que no era una proposición; la de ojos azules ahora
adoloridos conocía el procedimiento porque trajo lo que pedí y algún licor que
tenia la fuerza del fuego de los dioses, ni siquiera la cuestioné, sólo la miré
y en un tácito entendimiento con una voz melosa que aún no le conocía
-Gabrielle abre la boca porque vas a beber esto- Gab musitó un si débil y nos miró a los ojos
ante s de dormirse, al menos eso esperábamos. Después fue un proceso lento y
largo, pero sobre todo doloroso; Xena vertió el licor en la herida lo que
provoco un respingo de Gab, que nos tensó a las dos; era imposible no querer a
esa criatura sutil como un alma, transparente y dulce. Había mantenido los ojos
ocultos mientras enhebraba, pero ahora busqué los azules y ella como respuesta
los bajó en un leve asentimiento, comencé a coser y cada puntada era un cambio
en la respiración de Xena, un movimiento de reacción de Gab y mis ojos más
obscuros; terminé después de lo que me pareció un siglo, me asombró mi voz cuando le dije a Xena:
“suelta la presión”, lo hizo rápido, pero como acariciando. Mareada me eché
hacia atrás y me puse en pie, pasó una eternidad antes de que Xena me tocase el
hombro y yo sufriese un escalofrió por
la espalda; la miré a la vuelta y sus
ojos se sobresaltaron, los míos también debieron de hacerlo en respuesta,
porque se apuró a decir con voz suave -aún duerme, pero tiene la respiración
tranquila-; volví a bajar los ojos, su mano que aún estaba en mi hombro levantó
el mentón y me acercó a sus hombros, fue entonces cuando me di cuenta estaba
llorando y no sabia desde cuándo, sus brazos eran cálidos y suaves ahí se podía
morir; -¿quién era?- preguntó con tanta simplicidad, que no quise mentir;
-tenia los ojos verdes de mar, la esperanza en los labios y la ternura en el
regazo, sus cabellos eran la noche más cobijadora y jamás pudo odiar ni por
leve segundo, no había llorado desde ese día-; -llora todo lo que quieras-. Y
lloré por ese mi mar primigenio y lloré por esta tarde y lloré por esos azules
que se morían por llorar, pero se negaban a hacerlo por no tentar al destino.
Nos consolamos en ese extraño abrazo, lo suficiente para no maldecir las horas
pasadas.
Esa noche fue larga, Gab dormía profundamente era
buena señal, Xena y yo velábamos en nuestras mantas sin hablar. Un poco antes
del alba le pregunté cómo lo sabia y me maldije al instante por decirlo,
intento una sonrisa en los ojos que resultó una mueca de dolor -no te temblaban
las manos te temblaba el alma y en cada puntada se te fugaba el dolor, en parte
por Gab, en parte por otros verdes, ¿cómo sabias lo del cuello?-, me había dado
piedad; -tú lo sabes lo mismo se necesita para matar que para curar- y muy a mi
pesar, mis ojos fueron un destello de odio; lo ignoró. -Gab se salvará, estos
verdes se salvaron en tus manos-, miré las mías, miré las de ella y asentí en
silencio. Quise levantarme para ir por agua y me doblé al costado izquierdo con
un gemido, de un salto estaba junto a mí y me quitó la manta antes de que me
diese cuenta, levantó la blusa y encontró un magullón con sangre seca mientras
yo tiritaba, -eres una estúpida-
explotó, rielando los dientes le respondí -no me había dado cuenta- en el fondo
esperaba que ella no se diese
cuenta ahora; -hay que limpiarlo- y se
dio a la tarea. Más tarde preparó el desayuno y esperó a que Gab despertase,
parecía saber el momento exacto pues estaba junto a ella, “la respiración”, la
esperaba con una sonrisa y un ¿cómo te sientes?, en los ojos un afán... (yo la
hubiese besado en las mejillas, ella se abstuvo); Gab abrió los ojos y le
sonrió a Xena con tanta luz en sus ojos que a cualquiera le volvía el alma al
cuerpo, dijo -hola extraña-, se volvió con suavidad buscándome y me encontró a
30° a su derecha y yo le respondí a sus ojos alegres con un guiño; -coses bien-
dijo y me hizo sonreír -los que saben
coser dicen que no es el que cose sino el genero- y se rió. Xena se afanó a
acercarnos el desayuno y realmente no cocinaba mal, no sé, tal vez era que no habíamos
cenado la noche anterior y para nuestra sorpresa recogió todo. Gab no se movía
mucho porque le dolía y yo tampoco, de pronto me había alcanzado un cansancio
de siglos; sabia que Xena no querría permanecer mucho más allí, no era un lugar
seguro y mientras miraba sus movimientos y a Gab tratar de acostumbrarse a la
costura me quedé dormida, debió ser poco tiempo porque cuando volví a abrir los
ojos Xena estaba acabando de guardar las cosas, sólo quedaban mi manta y la de
Gab. Me quedé mirando Gab buscaba con los ojos algo, en eso sentí los pasos de
Xena acercándose y seguramente revisando todo con los ojos, -lo siento, pero
tenemos que irnos-, Gab quitándose despacio la manta -¿qué te paso?-, -nada,
tengo una magulladura en el costado izquierdo-, Xena se acercó para ayudar a
Gab a levantarse y yo me levanté sola; Gab que se sentía aturdida me imagino
por el licor de la noche pasada, le decía a Xena -así que fuiste la única
ilesa-, Xena asintió y yo sin poder evitarlo -no estaría tan segura-. Gab la miró
con la duda en los ojos y ella la miró dulcemente y negó, a mí me miró con
enojo, pero ya estaba avergonzada antes de que me mirara. Después discutieron
sobre que Gab tenia que ir en Argo para aguantar la jornada y ella decía que la
odiaba y no iba aceptar, era cierto Argo no la respetaba mucho, pero bastaba
una orden de Xena para que la aceptase, al final acepto más por el dolor, el
cansancio y el aturdimiento que por convencimiento; después de subir a Gab,
Xena me pregunto -¿podrás?-, -si he podido otras cosas esto será fácil-; en
realidad no sentía el dolor y eso lo facilitaba. Gabrielle estaba cansada para
contar historias, pero no daba tregua y quería oír una y Xena con malicia en
los azules por mi desliz de hace poco me propuso a mí para el entretenimiento;
la miré con una furia que me venia desde la boca del estomago y por primera vez
me dolió el golpe. Gab que yo juraba esta vez había notado la situación
insistió como ignorando el juego de miradas; acepté y me dio tentación de
contar la única historia verdadera para mí, pero me pudo la piedad (no se si
por ellas o por mi); pero no sabia que decir y buscaba en la memoria. Xena esta
vez se pasó de la raya y con la misma malicia en la mirada canturreó -ayer me
contaste una muy interesante-; maldije para mis adentros el desliz de la noche
anterior y con un fuego arrasándome los
ojos comencé la historia; lo cual provoco en Xena una reacción de sorpresa y
Gab puso atención a la historia.
Nos vimos por primera vez una tarde de otoño, ya el
sol menguaba; pero el verde de sus ojos era de tal fuerza que no necesité el
sol nunca más. Yo era muy joven y no podía reprimir mis emociones el sonrojo
fue instantáneo; me quedé muda porque esos ojos los había visto infinitas veces
en mis sueños y cuando habló supe que era la voz más familiar que tenia, la
conocía más que la mía propia, no era dulce, ni siquiera parecía humana, era
una melodía extraña que acariciaba con una fuerza desmesurada, (mientras yo
hablaba Xena tomó las bridas de Argo y Gab se olvidó de que la montaba, los
ojos de las dos iban fijos en el camino). Fue el primer encuentro y juro que
nunca me dolió tanto una despedida, ni siquiera sabia si volveríamos a vernos y
mucho menos para mi desgracia sabia yo si me había notado. Fue el tormento de
los injustos pasar toda una noche y un día esperando nada y queriendo ser aire
para ir a su lado y comprendí entonces
que jamás volvería ser niña. A la siguiente noche volví al lugar donde nos
habíamos visto; era una taberna y esperaba en la puerta cuando habían pasado
horas y estaba a punto de morir de desesperación... esa voz me sacó de mi
desgracia y me elevó por los aires la seguí, venia de la taberna y cantaba;
entré y cuando crucé el umbral hubiese jurado que sus ojos me traspasaron hasta
el alma, esta vez el verde era de un olivo que me ponía en vilo la sangre y me
dejaba exhausta, de tanto que estaban vivos; el pelo era casi negro de un
castaño perfecto y los labios eran de un rosa profundo casi rojo, la nariz
extraña, pequeña y roma con un leve respingo en la punta. Pero los verdes que
me mataban se disolvían hacia una nostalgia en las comisuras que me recordaban
algo... le conocía los pasos, los gestos, las prisas, las emociones, los
silencios, las iras y cada sensación dentro o fuera y no sabía si allá era igual, algo me decía que si y la duda me
atormentaba. Repetimos esa danza tres noches, yo me escurría a una mesa de la
taberna y pasaba a un mundo donde sólo existía el recuerdo de un mar el de sus
ojos, el de mi eternidad; esos mares que cada noche me ponían en vilo y jugaban
con mis emociones desde detrás de sus pestañas y se insinuaba justo lo
suficiente para torturarme con la duda. Una noche que estaba dispuesta a cruzar
la línea de la prudencia, hubo una pelea en la taberna, nunca supe lo qué pasó;
yo estaba perdida en los verdes buceando en sus emociones, en mis memorias;
cuando un zafarrancho corrió por la taberna a toda prisa; iba a ver qué pasaba sin poder apartar la
mirada de aquella selva que eran entonces sus ojos; la pelea se nos vino encima
y fue un lió total de formas, no tenia tiempo para entretenerme en detalles
aparté los cuerpos que tenía en cima y los que me rodeaban mordí, golpee,
sacudí y creo que rompí una nariz, no sé si me golpearon. Ubiqué los verdes a
pocos pasos de distancia estaba peleando con un par de tipos que tenia encima,
pero no podía, me acerqué y de un golpe tumbé al primero, el segundo se volvió
y tenia una cicatriz en la mejilla derecha con los ojos desorbitados por la
excitación, sacó una daga y yo le puse una patada en el vientre gimió y soltó
la daga. En ese momento los verdes sonrieron para mí solo para mí, un golpe me
hizo caer sobre de ellos y en cuanto pude levantarme forcé nuestra salida hacia
la calle en medio de aquel tumulto, golpeábamos y recibíamos golpes sin saber
de dónde; una vez en la calle no paré hasta un cobertizo cercano que conocía.
Trancada la puerta busqué los verdes que para entonces rozaban el miel sentí un
hueco en el fondo de los pulmones, los verdes miraban mis ojos al fondo con
amor, me quede quieta muy a mi pesar, no podía nada ni respirar, se acercó y
una vez que no mediaba nada, ni un solo ápice entre los dos cuerpos, boca a
boca y sin besarnos, me dijo: “he estado esperando esto desde el primer día que
te vi en la puerta de la taberna” y sin más acercó su boca a la mía, primero
rozó y yo pude abrir los labios a pesar del tremor, su lengua era más sabia que
la mía, a fin de cuentas ella tenia 10 años más...
Un relincho desesperado, un sobresalto... Argo se
había quedado quieta y sabiendo de su preciada carga ni siquiera podía moverse
para huir; Gabrielle aferrada a la silla; era una serpiente estaba a punto de
tocar a Argo, cuando Xena de un sólo tajo la descabezó; lo agradecí bastante
porque detesto a las serpientes. Después Xena calmaba a Argo acariciándole la
crin, pero nadie hablaba, aquello era incomodo hasta para mí que gustaba del
silencio y lo rompí - a lo mejor si sé contar historias, porque no sentimos a
la serpiente-, catástrofe total -¡pero como íbamos a sentir a la serpiente!-
estalló Gab y al punto se arrepintió; Xena soltó a Argo y viró para verme y
había en sus azules una nota de disculpa - se acerca una tormenta, no debemos
quedar a descubierto busquemos una villa-; yo no vi las nubes, pero sentí el
aire, no íbamos a llegar a la villa más cercana sin mojarnos y nos mojamos en
silencio y al paso. La villa no estaba cerca, cuando llegamos totalmente
mojadas la lluvia arreciaba y el viento también, se había obscurecido el cielo
como de noche y debía ser noche para nosotras porque en nuestro silencio Gab se
había sumido sobre Argo con los ojos extraviados, Xena caminaba un paso detrás
y yo estaba en mi hades personal recordando las luces de aquellos verdes que no
estaban más. Xena debía conocer el pueblo porque fue directa a la taberna para
conseguir unas habitaciones, no había; Gab no hablaba y yo sólo pude
preguntarle si le dolía el corte, me respondió que no y en ese instante vi una
luz en sus verdes que casi hablaba; Xena llegó en ese instante con la noticia
de que había conseguido un cobertizo para pasar la noche y la tormenta, allá nos fuimos. Bajar a Gab
de Argo no fue difícil, pero lo complicamos de más y dimos todas con los huesos
en el suelo y nos dio por reír y quejarnos; cada una tenia un dolor al menos
porque hacerlo, pero en realidad era una evasión a las tensiones de las ultimas
horas. Teníamos que quitarnos las ropas para secarlas y si hasta aquel momento
parecíamos dudar, de pronto como pudimos nos pusimos en pie y nos quitamos las
ropas cada quien por su lado, cada una se tapó con su manta; no sé si porque el
frió calaba hasta los huesos y por aquello de los pudores mal entendidos; lo
cierto era que habíamos evitado mirarnos y cada cual había buscado un lugar
privado por su cuenta, hasta la princesa guerrera que debía estar acostumbrada
a la desnudez en grupo, además ella y Gab llevaban tanto tiempo juntas que
alguna vez tenían que haberse visto desnudas; pero aún así todas buscamos
refugio para nuestra desnudez hasta habernos cobijado en las mantas. De pronto
Gab recordó algo básico -necesitamos comer y aquí no se puede prender fuego y
si alguien lo ha notado no podemos salir así a buscar comida- sus verdes
estaban exaltados y esa era la señal de que se estaba recuperando; los azules
bailaron en sus orbitas, pero no dijeron nada; yo me reí a carcajadas, lo cual
la hizo montar en cólera y fue una ráfaga de ese otoño algo menos dulce -¿te
parece gracioso?, dime, ya noté que la comida no representa mucho para ti, pero
por si no te has dado cuenta los demás comemos-, sus verdes eran un mar
desbocado; yo en realidad no me sentí herida; aunque tenia razón, porque seguía
festejando en mi fuero interno que estuviese lo suficientemente bien para
enojarse así; Xena con algo menos de risa en los azules, pero todavía divertida
la mandó callar. En eso se oyeron unos golpes en la puerta, Xena abrió, era una
jovencita casi niña con una mirada inquisidora aunque intentaba refrenarla,
traía nuestra comida; Gab se sintió algo apenada por no recordar que Xena era
demasiado rápida para no pensar en todo; la niña estaba bastante mojada se
llamaba Ana así nos lo había hecho saber, mientras nos preguntaba qué tan
fuerte era la tormenta y sus ojos no perdían detalle. Me parecía un ángel de
simpatía y podía llegar a ser una mujer con mucha vida; Xena también la miraba
entretenida y respondía a sus preguntas con extraña paciencia; Gab le agradeció
sus favores apresurándola, porque se empezaba a sentir incomoda por las
desnudeces disimuladas, la penetrante mirada de la niña y su reciente enojo.
Pero la cría estaba demasiado impresionada por el héroe de más de metro setenta
que tenia delante, además era mujer. Así que no iba a soltar prenda tan rápido;
por el contrario siguió -¿eres guerrera?- disparó a la altura de la cintura de
Xena y los azules de esta se acuaron -si, pero ese no es motivo para que
alguien más lo sea-; la niña no se quería ir -pero tú no tienes que preocuparte
de conseguir un hombre que te defienda, las demás si; bueno tus amigas no
porque te tienen a ti-. Gab estaba desesperándose y Xena lo notó -mis amigas
saben defenderse solas-; yo estaba al borde de las carcajadas y me costaba
contenerme, la chiquita las estaba metiendo en apuros; -oh, talvez, pero no son
guerreras-, tenia unos ojos que valían para espía de guerra; -no, no lo somos-
estallo Gab, antes de que continuase Xena optó por la prudencia -tenemos hambre
y estamos cansadas, tú seguramente tendrás trabajo en la posada, mañana si te
apetece mi amiga (señaló a Gab) te contará muchas historias es bardo, pero
ahora vete-. La niña parecía haber ganado algún premio y se apuró a la salida
tan feliz que se le olvidaba cobrar; metí la mano en mi saco y tomé dos monedas
y se las tiré por el aire con un “hey” por aviso y como era de esperar tenia
buenos reflejos, -guárdalas
bien, por lo menos hasta mañana- le dije; me miró con los ojos como platos con
una pregunta al borde, -mañana recuerdas-; dio las gracias y se marcho ligera.
Gab con los verdes desorbitados -¡monedas de oro!-, Xena reía; -si, tengo mis secretos, pero tú los puedes
conocer cuando quieras- y la miré con ironía; Xena que ya estaba comiendo -no
empieces Gab que no vas a querer saber
la respuesta-; -oh, (dije yo con fingida afectación, antes de que los verdes
replicasen) un tesoro, el tesoro familiar, aunque en el fondo no vale mucho,
solo en contadas ocasiones como en la sonrisa de la cría-; aceptó la explicación, pero sus verdes me
decían que más tarde volvería al ataque. Comimos hablando de la tormenta que
había arreciado y para cuando terminamos nos pudimos poner nuestras ropas.
Hacia frió, pero en un cobertizo no se puede hacer
fuego, así que nos volvimos a tapar con las mantas; Xena quitó los aperos a
Argo y mientras lo cepillaba, Gab que estaba jugueteando con una brizna de paja
sin poder evitarlo levantó los ojos hacia mí con un verde esmeralda que me
sobrecogió -¿dónde nos quedamos en la historia?-; casi me desplomo al golpe de
sangre caliente en la cara y a Xena se le cayó el cepillo de las manos. Me
recuperé más pronto de lo que creí posible con tremendos esfuerzos, no los podía
ver, pero sabia que tenia los ojos de un color aceituna y la boca seca -en el
beso- dije sin darme cuenta que no me había costado tanto; Xena recogía el
cepillo del suelo y Gab con ojos de inocencia y destellos en las esmeraldas me
dijo -pues continua-; mis ojos suprimieron la rabia y el estomago se me
calentó, pero la petición parecía casi inocente; Xena de espaldas evadiéndose
en el cepillado de Argo chasqueó la lengua, percibí el aviso, pero no podía
evadir para siempre a aquel otoño persistente y además Xena con sus azules
habían provocado la primera parte de la historia. Tragué saliva, me puse en pie
y comencé a dar vueltas por el cobertizo, buscando palabras y tratando de
controlar la emoción.
Fue un beso largo, lo suficiente para saber que nos
pertenecíamos y que nuestro destino era encontrarnos en ese instante. Cuando
desligamos el beso sentí como si todo hubiese perdido valor, lo único cierto
eran esos verdes de mar que me miraban con profundidad, era lo único que podía
entender y no necesitaba nada más. Con la naturalidad propia de la respiración
la tomé del talle y la besé, mientras nuestros labios se acercaban en roces y
jugueteos, mis manos buscaron su piel y la fueron encontrando por los
resquicios de la ropa, cuando encontré su pezón mordió mi labio bajo y sus
manos fueron algo más audaces que las mías; nos hicimos el amor con tanta
ternura como ansias por descubrirnos los secretos de nuestros cuerpos, nos
reconocimos en cada caricia y nos bebimos las ansias de la otra entre suspiros
y gemidos que nos hacían perdernos un poco más; era casi como rozar el Olimpo y
a la vez era tan humano. Sin ropa era demasiado para los sentidos tenia mi
altura aproximadamente, pero parecía mucho más alta, una cintura que no era
delgada más bien atlética, las caderas eran tan exactas que no eran voluptuosas
ni escuetas, las piernas firmes y con una cicatriz leve a la altura de la
rodilla izquierda, los hombros amplios con una protuberancia casi invisible en
la clavícula izquierda, que me obsesionó y perturbó al instante y tuve que
rozarla con los labios, lo cual hizo que ella me llevase suavemente por la nuca
hasta sus senos que eran amplios cálidos y con un sabor de canela y violeta que
jamás he vuelto a percibir, la cascada de cabello era del castaño que me hacia
cuestionarme la realidad; hasta que volvió a dirigirme por la nuca esta vez
hasta sus labios, ahora el beso fue casi violento con una pasión que por poco
me desvanece; había perdido el ultimo resquicio de control y no había músculo
firme en mi cuerpo, poco a poco sus labios fueron bajando hasta dejar atrás mi
cintura y descubrí que el placer puede ser todo menos humano, desesperación,
urgencia, necesidad de más, deseo de que el final no llegue y queriendo llegar
y después la paz total, el silencio después de querer rasgar el viento. Pero
sólo un instante para volver a desear, para querer conocerla igual y fue toda
una experiencia navegar ese mar con cada sentido, con cada aliento, viéndola
desear, exigir, abandonarse, entregarse en mis brazos y yo rendirme a los
suyos... Terminamos exhaustas y hechas un lió de formas, mis rodillas en sus
caderas, su ombligo en mi pecho, mis orejas en su corazón... en su corazón....
No era la primera vez que ella tenia sexo, pero si
era la primera que ponía el alma en la cama, yo descubrí los placeres mundanos
con ella y el amor más allá de la piel.
Nos hicimos una tan de la otra que no podíamos estar
lejos y si esto sucedía cuando nos volvíamos a ver nos contábamos lo mucho que
habíamos pensado la una en la otra y terminábamos por enredarnos en nuestras
pieles para ver qué tenían de nuevo. Hicimos del cobertizo nuestro refugio,
ella seguía cantando por las noches, yo curaba gente; un día nos descubrimos
algunos cambios que nos hicieron reír, yo había adquirido más confianza al
andar, ella hablaba más pausada y nos bastaba una mirada imperceptible para
comunicarnos, terminamos por conocernos sin atisbo de duda al tacto, al olfato,
al gusto, al oído, pero sobre todo a la vista; sabíamos qué pensaba la otra y
cuándo, hasta cuando callarnos para encontrarnos después con las aguas mansas.
Pasó tiempo así, no sé cuánto sintiéndonos dueñas de
un mundo propio y con pertenecía de otro ser, era como vivir jugando en un
sueño perfecto, no había una sola necesidad que cubrir. Una noche que ella
estaba cansada y yo molesta por algún problema ajeno, nos perdimos en los ojos
buscando consuelo; esa noche el beso me sorprendió a pesar de haberlo iniciado
yo; era cálido, pero cargaba nostalgia, la nostalgia de una eternidad, nos
esforzamos por retenernos, había algo de angustia y desesperación. Convertimos
en un torrente de pasión desesperada aquella sensación una y otra vez hasta
irla menguando un poco y mientras la noche era aún negra como si no existiesen
las estrellas nos volvimos a buscar con más ternura y menos desesperación, al
menos en los movimientos. Fue el beso más suave y mas cálido que he dado y
recibido, mientras las manos buscaban asideros en las cúspides, sus senos eran
suaves como la seda, dulces como la miel de sus ojos, era el regazo más cálido,
mi único puerto; me demoré por un placer más que físico y poco a poco fui
recorriendo cada parte de su cuerpo como si fuese la prima vez, recibiendo
palabras de amor entrecortadas por recompensa cuando ya solo eran gemidos
guturales franquee su cintura con candidez y el aliento por bandera, todo su
cuerpo se puso rígido de anticipación y yo me estremecí en eco, fue un gemido
que resonó en todos lados y mi mayor placer era la primera vez que el eco de su
placer me respondía con una lasitud total, no había un solo músculo rígido en
todo su cuerpo.
Estruendo de caballos al galope, voces rispidas,
gritos, un olor acre; despertar de esa somnolencia mágica a una realidad
bestial. A toda prisa nos medio vestimos y tratamos de huir, pero un golpe deshizo
la puerta y quedamos ante 6 hombres desencajados por la rabia, sucios y armados
como si enfrentasen un ejercito. Tratamos de dar combate, pero entre la
sorpresa y su bestialidad pronto fuimos sometidas, seguíamos luchando porque en
ello nos iba la vida; sus esmeraldas ahora eran una selva en tempestad, yo
tenia los ojos de un verde opaco;
mientras retirábamos a los hombres entre golpes y mordidas, vi esa selva
volverse mar sólo para mí y chispear en una sonrisa, era su mejor forma de
decirme te amo yo quise envolverla en mis ojos y un golpe en la cabeza me tiró
por el suelo, ella grito una maldición y la oí pelear, me levanté y esta vez el
golpe rompió mi mandíbula al sonido de la ruptura y el movimiento inevitable la
vi tenia los ojos llenos de ira; yo veía rojo y oí entrar gente que sólo
entendí nos funcionaban como aliados,
íbamos a lograrlo. En ese instante un tipo con una cicatriz en la mejilla
derecha clavo su daga en el costado izquierdo de ese mar que era mi puerto,
grité en un rugido y no sé cómo, pero antes de que su cuerpo tocase suelo la
recogí en mis brazos, volvieron los mares chispeantes y me dijo -fue el único
tiempo en que viví, sabia ya que llegarías, no sabia cómo ni dónde, pero te
esperé toda la vida, te amo- y se
fugaron sus ojos a la eternidad, la deposité en el suelo y puse sobre sus
labios un beso que llevaba mi alma. Me viré con toda la rabia y el dolor que
puede caber en el mundo, lo vi de inmediato estaba peleando con un hombre alto
que era suficiente para vencerlo, le grité -eh tú-, se volvió y le salté
encima, no debía esperar tal cosa pues tardó en reaccionar; lo golpee en el
vientre y me fui a su cuello justo arriba de la manzana le clave los dedos con
furia y en sus ojos de pánico de pronto resplandeció la malicia, sentí el acero
en mi costado izquierdo y lo agradecí me iba a liberar; no tuve piedad lo vi
ponerse azul y sentí el chasquido, no me importo seguí apretando y su cuerpo
perdió tensión. Hubiera seguido apretando, esperando morir, si aquel hombre
alto no me separa, al instante fui con ella intenté que viviera le di mi
aliento, le cerré la herida a pesar de que alguien me dijo que ya no había
vuelta, seguí así por mucho tiempo hasta que yo misma perdí la conciencia.
Golpes, ruidos, caballos, rugidos y la pesadilla
estaba de vuelta. Xena y Gabrielle que estaban sentadas mirándome con un
destello acuoso en sus ojos se pusieron en pie de inmediato para buscar sus
armas, yo solo tomé mi pequeño saco y me tragué las lagrimas, salimos del
cobertizo y el fuego hacia pasto del pueblo; Ana corría hacia nosotras cuando
un hombre a caballo la tiró por el suelo, esta vez se había equivocado; yo
corrí hacia Ana y Xena sin dar tiempo saco su chakram y lo decapitó
limpiamente; Gab cubrió mi retirada con Ana, tomé un frasco de mi saco y se lo
apliqué bajo la nariz, despertó le dije tú sabes donde esconderte, no vuelvas
hasta que no haya ruido- y la puse en el suelo; sus ojos eran un mar de dudas y
salió corriendo.
Gabrielle dijo -vamos- y como si hubiésemos estado
esperando la orden comenzamos la ofensiva o mejor dicho la defensiva. Todavía
si lo pienso, la cabeza tenia razón era una misión imposible, estábamos
cansadas, heridas, eran más de una veintena y realmente la única armada para el
combate era Xena; pero nos empujaba una rabia más allá de los instintos, una
necesidad de borrar ciertos pasados, pero sobre todo fue una agresión a un
pueblo indefenso.
Xena tenia una facilidad extraordinaria para
tirarlos del caballo entre el chakram, lo que iba improvisando, se veían
cuerpos volar; Gab usaba muy bien su bastón lo mismo los tiraba por un costado
que de frente; yo había comprobado que a ras de suelo y por las riendas ni
siquiera se lo esperaban. Cuando la gran mayoría estaba a ras de suelo la
situación era un total caos, ni ellos ni nosotros sabíamos de donde venían los
golpes; ciertamente teníamos una ventaja ahora los sorprendidos eran ellos,
además la gente de la villa salía a las calles para defender sus familias, sus
casas, lo poco o mucho que tenían y lo hacían con el corazón. Si la memoria no
me traiciona la primera que vi herida fue Xena y eso me costó un golpe que casi
me arranca la cabeza, ella tenia un brazo que escurría sangre; después vi a Gab
recibir un golpe en el abdomen que la tiró por suelo aturdida; yo no podía moverme
tenia un tipo enganchado en mis pies y otro tratando de cruzarme con su espada
y tenia que esquivarlo buscando con qué
detenerlo y me congelé cuando vi una espada pendiendo sobre su cabeza, vi otro
acero conocido interceptar la trayectoria y mandarlo por el aire, después se
oyó un resoplido; primera baja de ellos, pero estábamos lejos de acercarnos a
la victoria; así me lo recordó el individuo que hacia rato peleaba contra mis
piernas y sospecho que ganó en el momento en que me tiró por el suelo y se acercaba
a mí con un cuchillo amenazador, para mi suerte Gab estaba cerca y de un golpe
le reventó una sien, a mi sólo me quedo quitármelo de encima, lo cual fue un
alivio; definitivamente necesitaba algo parecido a un arma y en la búsqueda
encontré un trinche cuando lo levanté una voz de trueno dijo no, era Xena -eso
no te sirve-, yo estaba azorada Xena tenia a 3 tipos controlados con su espada
y con una pierna pateaba a otro; oí un cuidado de Gab y voltee para ver venir
un tipo hacia mí lanza en ristre, solo tuve que levantar el trinche y se
incrusto sólo, por el impulso giró sobre mí y fue a caer encima de un estúpido
que amenazaba con la espada, -eso que no servia- y ella se carcajeó; sin perder
tiempo tomé una tabla y me puse a dar golpes a diestra y siniestra; cuando
quise acordar me volvieron a golpear esta vez era fuego el dolor y buscando al
responsable vi a Gab en apuros dos espadas contra su bastón y empezaban a
moverla hacia a tras y se iba quedando sin espacio un tablazo por la espalda la
libró de mitad de la presión y fue suficiente para que venciese al tipo; Xena
en su afán peleaba con la mayoría y casi decapita a un pobre campesino, que en
cuanto Xena lo reconoció y lo soltó el hombre salió corriendo, no me extraña
porque los ojos de Xena eran fuego destellando; fue en ese momento que me di
cuenta que el peto tenia sangre, pero fui interrumpida por un golpe en el
lateral que justo a tiempo descubrí no venia de un enemigo era Gab en rebote de
un choque le sonreí y la levante su herida volvía a sangrar, me libró de una
envestida con una espada y yo terminé el asunto con una hoz incrustada en la
pared. Yo estaba cansada lo suficiente para ni siquiera saber cómo estaba la
situación de enemigos; me imagino que era igual para todas, claro por descontada
Xena, la princesa guerrera era de otra materia estaba hecha para la batalla,
podía controlar casi todo el campo de batalla y además era la única que parecía
no cansarse; toda ella refulgía en la batalla, era una extraña combinación
porque aún así era la seducción personificada, debía resultar doloroso por
menos decir; se encargaba de casi todo y por si fuese poco esos giros, el
control sobre el menor movimiento, era indescriptible, era más rápida que los
ojos. No tenia tiempo para eso, los pies se me pegaban al piso y todavía
teníamos bastantes enemigos; Gabrielle con el color natural de su rostro
perdido hace tiempo seguía peleando y todavía me pregunto cómo podía saber de
donde venían los golpes, no se si fue por instinto, pero descubrieron que los
puntos flacos de la guerrera éramos nosotras y cebaron el ataque en nosotras
sin dejar a Xena; de pronto sentí un escalofrió que tal vez hubiese podido
interpretar si no estuviese muy ocupada rompiéndole la cara a un tipo con una
sartén y ni siquiera cuando cayó tuve tiempo ahí venia otro con algo de madera
en las manos al golpearme esquivé el golpe y desde el suelo de una patada en
diagonal lo tiré; me sorprendí había sangre por el suelo, demasiada; cuando me
levantaba cuidando de no perder la cabeza oí el acero de Xena chocar más rápido
y de no ser porque volví a caer hubiese
querido saber si era su afán por terminar o mayor numero de enemigos; vi la
muerte cerca la daga cortó mi mejilla y en ese instante el bastón de Gab golpeó
al truhán en la cara y lo dejó en el suelo llena de sangre la faz -estuvo cerca- dijo y vi sus ojos cansados.
Para nuestra suerte habían menguado bastante y me atrevo a aventurar que más
que a nadie gracias a Xena. Vi en mi mano o mejor dicho al alcance un martillo
y lo usé con la certeza de que era mejor que nada, la ultima vez que lo usé
volaba a la cabeza del más torpe de ellos (ni siquiera se agachó, se quedó
mirando); volví los ojos lo más rápido que pude y descubrí que aquello estaba
por terminar, Gab alternaba golpes entre dos uno ya medio caído y el otro
todavía de frente; Xena tenia a tres entretenidos con juegos de destreza y la espada, lo pensé en ráfaga ya hubiese
terminado con el chakram, no tuve tiempo de discutir sus métodos; se acercaba
gritando un pobre con un brazo semi inmóvil y me dio pena pensar que había que
darle más porque así lo pedía, fue un solo golpe que a veces resuena en mis
oídos un tablón al centro de su rostro y cayó inmóvil; me volví hacia Xena
pensando absurdamente que podía necesitar ayuda, le quedaban dos e iba a dar
una patada doble sobre sus caras saltando; me volví hacia Gab que estaba
dejando caer su bastón sobre el que se mantenía medio cuerpo erguido casi por
necedad (fue un golpe de piedad), se concentro en el otro, lo reconocí en ese
instante, no hacia tanto que había peleado con él; era un mañoso, Gab lo hacia
bien lo tenia a medida con el bastón ni siquiera podía pensar en acercarse con
su espada porque el bastón lo hacia resentirse; de pronto Gab asestó un golpe
en su abdomen que no me pareció tan fuerte como para derribarlo, pero él cayó;
lo comprendí demasiado tarde, se dejó caer y una vez en el suelo sacó de su
bota una daga afilada que refulgía, Gab no lo podía ver, estaba justo bajo ella
y él se movía rápido, me deje ir con los pies volando, no me dio tiempo de
retirar a Gab y recibió un corte en el muslo; fue lo único que pudo hacer,
después estábamos enzarzados por el piso rodando y tratando de no ser cada cual
el perdedor; por fin lo logré mi mano en su cuello solo que esta vez estaba debajo
de su mentón a diferencia del día anterior, -te lo advertí, que si nos
volvíamos a ver seria presente la muerte-, sonrió con una malicia que ya
conocía, -esta vez no importa, me harías un favor- estaba apretando sin
apurarme y sin pensar, no iba a soltar y él lo sabia; como yo sabia que ese
fuego que recorría mi costado izquierdo esta vez tampoco pararía, sus ojos fueron perdiendo el brillo
y al final destellaron, lo solté, sabia ya que no volvería, sentí caer la daga
de mi costado aún no dolía; Xena ataba la pierna de Gab para parar la
hemorragia, cuando me vio -no te había dicho
que el mejor enemigo era el muerto-, Gab tenia poco color en el rostro,
pero sonrió, yo también lo hice, aunque no tenia motivos para hacerlo más que
estar todas vivas.
La gente del pueblo nos agradeció la ayuda y yo
agradecí que se encargaran de los muertos, los heridos y los destrozos. Fuimos
al cobertizo a curarnos y apareció Ana todavía asustada, pero ocultándolo muy
bien; para sorpresa de todas se abrazó a Gab (muestra que necesitaba ternura)
sus ojos eran azules claros y tenían una luz acuosa que era el mejor motivo de
pasar lo que habíamos pasado; la mandé a dormir, insistió en quedarse para
ayudar y le dije que podía ayudar más cuando hubiese descansado, se las ingenió
para besarnos en las mejillas a las tres y darnos las gracias antes de irse.
Curamos a Gabrielle primero tenia más golpes y heridas de las que pensaba antes
de empezar, soportó todo hasta que le cosí la pierna, me insultó con los verdes
refulgiendo en un mar embravecido, Xena la agarró más fuerte y yo recordé que
ya no teníamos licor más que para las heridas. Después fue Xena que ni siquiera
masculló cuando le cosí el brazo derecho; Gab de mejor humor le espetó -tenia
que tocarte el único zurdo-, yo me reí y Xena me cogió la mano diciendo -por lo
menos no pierdas el pulso- seguí cosiendo - nunca, el pulso nunca-. al final me
tocaba a mí, la cara no necesitaba costura, los arañazos no eran graves y el
lateral izquierdo no podía ser cosido, pero Xena y Gab se afanaron en limpiarlo
lo que dolía como manteca hirviendo, después con unos trapos lo vendaron
Estábamos exhaustas, pero no era cuestión de quedarnos allí, los problemas se
habían resuelto, pero nosotras éramos un problema; partimos sin aviso y cuando
dejábamos la villa atrás Gab recordó a Ana que nos echaría en falta y yo le
respondí que tenia de nosotras lo que necesitaba, Xena murmuro algo
ininteligible; caminamos un par de horas y llegamos a un sitio donde acampar,
había agua cerca y los árboles nos cubrían.
Nos volvimos a revisar las heridas y después era
demasiado cansancio para hacer cualquier cosa, de cualquier manera era
peligroso dormir. Xena propusó una serie de guardias y Gab le reprochó -¿y
quién mantiene despierta a la que vigile?- tenia razón y se la di, había que
aguantar un poco más. Argo resoplaba en
la cercanía, pero tranquila, no teníamos idea de qué hablar y era difícil
mantenernos en pie; de pronto Gabrielle lo preguntó -¿cómo se llamaba?- lo entendí
y con las lagrimas de años respondí
-Isabel-, me acuno en sus brazos y Xena me acariciaba la espalda con ternura;
lloré lo que desde aquel maldito amanecer no había llorado y descubrí que la
princesa guerrera lloraba en absoluto silencio, Gab lloraba hablando con
palabras tiernas y me pregunté en el fondo qué era lo que llorábamos.
Estuvimos así una infinidad de tiempo, cuando se me
acabaron las lagrimas fui a buscar agua y mientras caminaba hacia él rió mis
ojos percibieron algo con lo que no contaba Gab se acercó despacio a Xena y
tomando su mentón acerco sus labios y los cruzó sin resistencia, todo lo
contrario fue un beso tierno, húmedo y largo, creyeron que no las había visto y
les deje creerlo. Cuando al fin podíamos acostarnos a dormir revisé sus heridas
y me las fui dejando en sus mantas; primero Gabrielle era fuerte y joven en un
par de días solo recordaría los cortes a un impacto fuerte, la tapé y puse un
beso suave disimulado sobre sus labios y se durmió; Xena estaba con tantos
golpes, pero parecía estar acostumbrada a ellos y se veía bien, parecía ignorar
el dolor, cuando cerré sus mantas los azules eran extraños e infinitos,
sospechaba algo, me acerqué dándole tiempo de evadir, pero llegué a rozar sus
labios sin un solo gesto de ella, respondió con una leve caricia de los suyos y
se durmió.
Entonces comencé a caminar sin prisas, cuando vi que
no podían verme hice un ruido especial
para Argo y relinchó; las hizo despertar, me buscaron y no me
encontraron. Xena le dijo algo a Gab me imagino que así debía ser y se sentaron
frente a la hoguera, pero el deseo crece al cansancio y el beso fue largo esta
vez con las manos buscando las de la otra.
Era un espectáculo que podía provocar todo tipo de
emociones a mí la que me despertaba era le de un amor a prueba de todo incluso
pasaría sobre el deseo y en buena parte ya lo había hecho. A la distancia
parecían dos niñas jugando, en el fondo lo eran y ese placer se lo merecían
sobradamente; habían soltado el beso y se miraban fijamente como queriendo
asegurarse que eso era lo que la otra quería, después Gabrielle con suavidad
acercó a Xena por debajo del mentón y le tomo los labios esta vez no era un
acercamiento, estaba buscando su alma en la piel y Xena respondía con avidez,
las manos de Gabrielle iniciaron el juego bajaron a su clavícula y luego
encontraron sus senos cálidos y erectos, tenia el control como siempre lo había
tenido desde que se encontraron y era tan natural que Xena pareció esperar que
ella y solo ella llevase el juego a donde quisiese, soltaron los labios y
comenzaron a juguetear con ellos.
En ese momento dudé entre quedarme viendo o irme,
pero me lo merecía ver el punto culmen de
esa relación. Descubrí entonces el por qué Ares estaba obsesionado con
Xena, no se debe invocar a un dios en vano, porque tienen la costumbre de...
-hola, es difícil no obsesionarse con ella-, Ares dios de la guerra acababa de
aparecer a mi lado, era atractivo como solo un dios puede serlo, aunque sea el
dios de la guerra; -¿con ella?, yo diría con ellas Ares, tengo entendido que en
algún momento te ha interesado Gabrielle-; -oh si, pero como un divertimento-;
- ¡un divertimento, eh!, yo sabia que los dioses no dudan y esa ternura te ha
hecho dudar -, se quedó callado, -no hay cuidado si los dioses se pueden
obsesionar, también se pueden enamorar-; parecía algo turbado -eso no es lo que
me trajo aquí, me has traído tú-; -talvez te invoqué en un descuido, pero creo
que podemos quedar empatados, te morías por estar aquí-; lo aceptó y yo volví
los ojos hacia aquellas dos mujeres que estaban descubriéndose; Ares parecía
incomodo y después de toser y no dejar de caminar dijo al aire -hay cosas que es mejor no ver-
y se esfumó. Algo le dolía, ¿qué seria el amor o la obsesión?
Yo no pude apartar los ojos, hay veces en las que el
control no responde. Ciertamente habían avanzado, pero el peto de Xena debía
representar cierta dificultad, porque aun lo tenia ceñido y Gabrielle estaba a
punto de perder el top, los besos habían crecido en intensidad; ya no estaban
sentadas habían rodado al piso y trataban de amoldarse la una a la otra;
Gabrielle le quitó el primero de los nudos al peto de Xena con una agilidad que
parecía programada lo cual me provoco un escalofrió en la espalda, debía haber
sido mucho el deseo y mucha la espera; Xena que estaba debajo se acercó con los
labios a su oído el que mordió primero y luego le susurró algo que provocó en
Gabrielle un golpe de pasión que la hizo atarse a su cuerpo con una furia
desesperada, fue tan violento el encuentro que Xena sintió el impacto y
respondió a él con la misma fuerza solo que la atrajo hacia su boca y Gabrielle
puso ahí toda sus ansias por unos instantes, mientras seguía con las cintas del
peto y le hacia a Xena una serie de besillos en el cuello; sus respiraciones
cambiaban volviéndose a cada paso mas agitadas, por fin Gabrielle desató la
ultima cinta del peto y se retiró un poco, solo un poco para ver el resultado.
Que era espléndido, los senos firmes, cálidos y para aquel instante excitados
de Xena se expandieron aventurándose
hacia las manos de Gabrielle que los esperaban ávidas y rugió con voz
entrecortada la que era princesa guerrera en el más dulce de sus sometimientos;
levantó lo suficiente el torso para que Gabrielle pudiese comprender y se dejó
desvanecer poco a poco del cuello al regazo con los labios ávidos, húmedos y
extrañamente sabios, sabios lo suficiente para que Xena tuviese una serie de
convulsiones que reiteradamente la empujaban hacia esos labios y esas manos que
no le daban tregua ni la pedía; Gabrielle saciaba su sed de piel en al única que
había deseado realmente y Xena cuando pudo la atrajo a su boca un vez más para
no dejarse todo a un solo golpe, esta vez el beso fue violento lo suficiente
para que Gabrielle al soltarlo le marcase un mordisco en el labio inferior a
Xena; ella se dejo llevar crespo sus dedos sobre el cabello de su amante que ya
iba en busca de la miel de sus senos amplios y expuestos a sus deseos, lamió,
acarició, besó, pellizcó y hasta mordió levemente, era un deseo que corría por
sus dedos y sus labios y obtenía el eco deseado en el otro cuerpo de pronto
comenzó a bajar por el centro de sus costillas con la lengua recorriendo cada
palmo y las manos palomas de fuego reiterando los puntos débiles; llegó al
ombligo y se detuvo con el tiempo a su favor fue un beso más que una caricia,
mientras sus manos desataban la falda, tratando de evitar entretener la mano en
prisas, a veces no lo conseguía y la vencía la avaricia del deseo, se deshizo
de la falda y continuo su recorrido; Xena no ponía ningún obstáculo, abrió las
piernas con suavidad cuando Gabrielle encontró ese tumulto en el que comenzaba
a perderse, sus manos aferraban las caderas más por avidez que por necesidad,
la princesa mendigaba aire con sus pulmones estaba a punto de perder el poco
control que le quedaba, Gabrielle entendió e inhaló un profundo aliento que
hizo estremecer a Xena, sus manos resbalaron de las caderas a los muslos y se
llenaron con la piel que tenia un leve brillo de la transpiración, eran sus
labios y su lengua los que poseían el
control de toda la situación, no lo debía hacer mal porque Xena se aferró al
pasto debajo de ella con las manos
encrespadas; Gabrielle insistía con las manos y su boca se movía con rapidez y
al tiempo racionando el placer del que Xena estaba al borde, levantó las piernas
de Xena rápidamente a un sólo golpe con tremenda facilidad provocando una
cercanía más profunda y se dejo de custodiar el placer; Xena gritó con la voz
rota por el placer y se arqueó un par de veces, mientras Gabrielle seguía entre
sus piernas y aferrada a ellas por sus
manos. No habían pasado segundos cuando Xena aún con el aliento entrecortado
medio sentada acerco a Gabrielle hacia ella, esta vez era Gabrielle la
tremorosa y la giró sobre su espalda, mientras sus manos desprendían el top y
sus labios justo sobre sus ojos prometían un beso, Gabrielle la acariciaba por
la espalda y parecía una gata a punto de ronronear; se deshizo del top con una
sola mano la otra estaba al acecho y una
vez libres tomo un seno pleno, fue una caricia amplia que fue recibida con la
sensaciones exaltadas y provocó a respuesta que Gabrielle se tuviera que morder
los labios como frenándose, ahí soltó el beso y lo depositó dentro de los
labios de aquella chiquilla que refulgía de placer anticipado; no soltó el seno
de aquella mano y siguió acariciándolo mientras
su otra mano iba descendiendo por un lateral y buscaba la falda para
soltarla, entreteniéndose en pequeñas caricias que obtenían respuesta en su
boca, la avidez de Gabrielle era notoria,
pero también su codicia soltó el beso y algo murmuro cerca de los oídos
de Xena, por respuesta obtuvo una caricia en la cintura que la atrajo a un más
hacia ese cuerpo que la tenia cercada, por fin llegó a la falda y comenzó a
soltarla mientras la otra mano se desprendió del seno con suavidad y subió para
encontrar sus manos al altura del cuello
fue más que una caricia una serie de insinuaciones que la hacían temblar y
arquearse hacia atrás con las manos aferradas a la espalda de su amante y amiga,
ya sin falda Xena deslizó una pierna al centro de las otras dos mientras
acariciaba los muslos con calma, Gabrielle buscó con una mano un seno de Xena
que en su deseo apretó con fuerza y como reacción se apretó más contra el otro
cuerpo y tuvo que volver a los labios para desplazar la pasión a algún lado y
no romperla, esa fue una guerra de bocas húmedas que hacían treguas con las
lenguas y las rompían con los labios y las manos; las de Xena estaban ahora una
en el borde de un seno acariciando casi con desdén y la otra entre su pierna y el ombligo de
Gabrielle quien poseía una voz ronca ya, pero al roce de Xena de labios en
pezones el gemido fue tan gutural que por puro placer Xena repitió el
movimiento y subió la otra mano no quería desaprovechar un ápice, un gesto;
Gabrielle había soltado las manos del cuerpo de Xena y buscaba algo donde
anclarse intento la cintura de su amiga pero la reacción en su cuerpo fue tal
que se soltó en cuanto pudo controlarse; Xena deslizaba con rapidez los labios
y las manos por los senos de Gabrielle, pero no dejaba de ampliar ciertas
caricias y besos que obtenían por respuesta gemidos entrecortados por un nuevo
ataque a su sensibilidad; cuando los gemidos comenzaron a ser más frecuentes Xena con un ligero movimiento
de caderas dejo las piernas de Gabrielle debajo de las suyas y casi a
horcajadas retardando lo más posible el desprendimiento de los dedos
de los pezones comenzó y descender con los labios el camino de la cintura,
Gabrielle tenia ya poco control de la respiración y apuró un poco el paso y se
diluyó desde el ombligo hacia abajo con rapidez y avidez acompañada de las
manos, una vez llegada a su pubis las manos separaron las piernas que ansiosas
temblaban y acarició y besó con suavidad que al tiempo eran placer y tortura;
Gabrielle se arqueó por reflejo y tomó a Xena de la cabeza y la acercó más, la
princesa tomó las caderas con las manos y las atrajó, antes de nada volvió con
sus manos Gabrielle se arqueó esta vez sobre su espalda soltó las manos y con un movimiento de caderas
gimió desgarrándose los pulmones y dejándose morir un poco en Xena que no
dejaba de acariciarla.
Me puse en pie y comencé a caminar sin prisa, estaba
contenta porque unos días atrás las cosas cuando me las había encontrado no
eran así; porque al fin la historia se completaba y no tenia dudas era un amor
de verdad, era lo único que no había puesto en duda un solo instante, el amor
de esas mujeres que tenían todo lo que necesitaban para vivir….